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La pelota cubana en su estado de debacle

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Por Oscar Durán

La Habana.- Una nueva Serie Nacional de Béisbol en Cuba comienza hoy y, como cada año, el gobierno intentará venderla como una fiesta popular. Pero la realidad es otra. Lo que antes fue pasión desbordada en cada esquina, no pasa de ser un eco apagado. El béisbol, que fue símbolo de identidad y orgullo, está convertido en un torneo de supervivencia. Los estadios vacíos y equipos parchados están más cerca de un acto nostálgico que de un espectáculo deportivo.

La decadencia no llegó de golpe. Se fue cocinando a fuego lento, con el éxodo constante de peloteros. También la falta de recursos para sostener las series y la incapacidad de generar un proyecto serio de desarrollo. Los terrenos de juego, antes templos de gloria, son hoy escenarios donde se refleja la pobreza del país. Hay gradas rotas, alumbrado defectuoso, pelotas recicladas y salarios que no motivan a nadie. El béisbol cubano envejeció sin que nadie lo cuidara.

Un deporte con respiración artificial

Cada vez que arranca la Serie Nacional, el oficialismo insiste en recordar hazañas de antaño. Por ejemplo, Industriales llenando el Latinoamericano, Villa Clara rugiendo en el Sandino, Pinar del Río exportando campeones. Pero esa retórica no logra tapar la evidencia. Los jóvenes prefieren otros caminos, los talentos se marchan y la pelota dejó de ser prioridad. Los campeonatos internacionales lo han demostrado una y otra vez, con derrotas vergonzosas que contrastan con los años de oro.

Sin embargo, la Serie sigue ahí, como un ritual que se resiste a morir. En cada lanzamiento, en cada batazo, todavía quedan rastros de lo que fuimos. Un país que vibraba con la pelota, que encontraba en ella una tregua frente a la miseria cotidiana. Lo que se juega hoy no es solo un torneo. Además, es un pulso entre la memoria y el olvido, entre el fervor pasado y la indiferencia presente.

El béisbol cubano no se ha extinguido, pero sobrevive con respiración artificial. Y mientras los dirigentes se aplauden entre ellos en los palcos, los fanáticos saben que la gloria quedó atrás.

Comienza una nueva Serie Nacional, sí, pero empieza también otra temporada de excusas, de lamentos y de confirmaciones. El deporte nacional, como el país mismo, vive atrapado en un eterno declive.

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