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Romeo Chiodi, un niño héroe romano

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Roma, verano de 1953. El sol de agosto caía sobre las piedras calientes de una cantera en desuso. Allí, cuatro niños buscaban refrescarse en el agua quieta de un estanque. Entre ellos estaba Romeo Chiodi, de apenas doce años.

No sabía que aquel día su nombre quedaría grabado en la memoria de su ciudad para siempre.

Desde la orilla, Romeo vio lo que los adultos no veían: la diversión se transformaba en peligro. Su hermano pequeño y dos amigos comenzaban a hundirse, atrapados en la corriente invisible que escondía el agua. El pánico les arrebataba el aire, y la risa de juego se convertía en gritos ahogados.

Romeo no dudó. Se lanzó de cabeza.

La primera vez, sacó a su hermano a la superficie y lo llevó hasta la orilla. Exhausto, volvió a lanzarse y logró arrastrar a uno de sus amigos hasta tierra firme. Dos vidas ya estaban a salvo gracias a él.

Pero todavía quedaba uno. Y aunque su cuerpo temblaba de cansancio, Romeo regresó al agua una tercera vez. Fue la última. En ese intento final, la corriente lo atrapó a él también. Ni él ni su amigo lograron regresar.

Roma no lo olvida

Murió con doce años, pero su acto fue más grande que cualquier vida larga.

La gente de su barrio nunca lo olvidó. Su tumba en el Cementerio Monumental de Verano se convirtió en un lugar de devoción popular, y su nombre se repite todavía en las calles de Roma. En 1963, el Estado italiano le otorgó la Medalla de Oro al Valor Civil, la Fundación Carnegie lo condecoró con otra medalla de oro, y una escuela primaria en la Via Appiano lleva su nombre.

Romeo Chiodi no fue un héroe construido en bronce ni en discursos. Fue un niño. Un niño que eligió salvar antes que vivir. Y en esa elección, lo perdió todo… menos la eternidad. (Tomadod e Datos Históricos)

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