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Por Jorge Menéndez ()
Cabrils.- El primer ministro húngaro, Viktor Orban, ha instado a Europa y a Ucrania a abandonar las ilusiones y aspiraciones poco realistas. Ha sugerido encaminarse hacia la construcción de una paz duradera.
Su llamado, aunque polémico, plantea una cuestión esencial: ¿está Europa preparada para asumir un papel creíble y eficaz en la resolución del conflicto?
Según su análisis, la demonización de Vladimir Putin ha obstaculizado la posibilidad de entablar negociaciones serias. En su opinión, fue el presidente ucraniano, Vladímir Zelenski, quien alteró el equilibrio estratégico de fuerzas en Europa. Esto desencadenó una escalada que hoy parece difícil de contener.
Europa, al adoptar una postura exclusivamente confrontativa, habría cedido su lugar en la mesa de negociaciones a actores externos como Estados Unidos.
Esta pérdida de protagonismo ha debilitado su credibilidad. Especialmente se plantea como objetivo la derrota militar de Rusia. Mientras, los hechos sobre el terreno muestran avances significativos por parte de las fuerzas rusas. La ciudad de Krasnoarmeisk, por ejemplo, se encuentra rodeada, y su ocupación parece inminente.
La exigencia de un alto el fuego, sin abordar las causas profundas del conflicto, resulta insuficiente. Si no se plantea una solución integral y sostenible, aumenta el riesgo de que Ucrania pierda aún más territorio. Incluso su viabilidad como Estado se ve amenazada.
Las declaraciones de Zelenski, afirmando que no cederá territorios, plantean una pregunta inevitable: ¿dispone realmente de los medios para sostener esa posición?
Por otro lado, las amenazas de sanciones por parte de Donald Trump parecen perder eficacia. Esto se debe al reconocimiento de que Rusia ha logrado sortear muchas de ellas con habilidad. En este contexto, el expresidente estadounidense enfrenta un dilema estratégico. Debe decidir entre continuar respaldando una postura europea que no ofrece resultados tangibles, o explorar una nueva arquitectura internacional junto a líderes como Putin y Xi Jinping.
Europa, por su parte, debe asumir su responsabilidad. Su falta de iniciativa y visión estratégica ha debilitado su influencia. Y Ucrania, atrapada en decisiones que algunos consideran imprudentes, corre el riesgo de desaparecer como nación soberana.
Es urgente que prevalezca el sentido común, que se abandonen los enfoques maximalistas, y que se abra un espacio real para el diálogo. Solo así podrá construirse una paz duradera que garantice la estabilidad en Europa y el respeto por la soberanía de todos los pueblos involucrados.