
Newsletter Subscribe
Enter your email address below and subscribe to our newsletter
Por Jorge Menéndez ()
Cabrils.- En Cubadebate y otros espacios afines al discurso oficial, proliferan los análisis que intentan explicar lo que está mal en Cuba. Pero cuando todo está mal, el verdadero diagnóstico no puede seguir esquivando la raíz del problema.
Lo que nos ofrecen son explicaciones recicladas: el bloqueo, la coyuntura inflacionista internacional, la persecución financiera. Excusas, una vez más.
Mientras tanto, ¿cuáles son las soluciones que plantea el gobierno? Invertir en infraestructura hotelera y turística cuando la ocupación apenas alcanza el 30 %. No se menciona el desabastecimiento, la mala calidad de los servicios ni la precariedad de los trabajadores del sector, quienes sobreviven con salarios indignos y llevan a cuestas la frustración de una economía estancada.
La caída del turismo no se soluciona con más hoteles vacíos. Si una industria pierde el 30 % de su rendimiento anual, lo lógico sería replantear su modelo, no invertir en más de lo mismo. Y mientras nuestros competidores caribeños crecen con políticas integradoras y atractivas, Cuba se estanca mirando hacia afuera —culpando al “enemigo externo”— sin atreverse a mirar su ineficiencia interna.
Los turistas no vienen solo por las playas: buscan conectarse con el pueblo, conocer la realidad cubana y compartir experiencias humanas. Pero ¿qué panorama encuentran? Basura acumulada, apagones constantes, calles rotas, mendigos en cada esquina. Y sobre todo, un pueblo empobrecido, al margen del desarrollo, que solo con su talento y creatividad podría revitalizar verdaderamente la imagen del país.
La élite gobernante parece preferir el exterminio lento de su población antes que perder control político. Las decisiones que se toman siguen una lógica absurda: desviar fondos hacia hoteles inútiles, continuar dolarizando la economía en un contexto donde se excluye al turismo nacional y condena al cubano común al exilio dentro de su propia tierra.
Se revitalizan aeropuertos mientras se abandonan las calles que pisan los ciudadanos. Se hacen análisis huecos, medidas incoherentes y se repite el ciclo de la negligencia disfrazada de planificación.
¿La única salida? Desaparecer el USD como moneda de referencia, establecer una tasa de cambio realista, y sobre todo, liberar las fuerzas productivas para que el cubano pueda participar en una economía legítima. Devolverle peso al peso. Devolverle peso al pueblo.
Mientras no se haga esa apuesta valiente, no seremos. No seremos competitivos, ni atractivos, ni sostenibles. Cuba no necesita más discursos, necesita cambios. Y esos cambios no vendrán desde el poder enquistado, sino desde el pueblo que aún resiste.