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Por Luis Alberto Ramirez ()

Ayer, tuve una discusión con un amigo que me interesó mucho: desde su punto de vista, España saqueó a las colonias de ultramar llevándose a la metrópolis todas las riquezas extraídas. Yo le discutía que estaba equivocado. Sin embargo, él insistió, entonces me he pasado gran parte de la noche investigando. Este fue el resultado.

Durante siglos, la narrativa predominante sobre la colonización española de América ha girado en torno al concepto de «saqueo». Esta visión sostiene que el Imperio español se enriqueció desmedidamente a costa de los pueblos indígenas. Se extrajeron oro y plata sin escrúpulos. Se explotaron recursos naturales y humanos, y se enviaron las riquezas a Europa para sostener una metrópoli opulenta.

Sin embargo, esta versión ha sido matizada por numerosos historiadores contemporáneos. Ellos invitan a repensar la relación entre España y sus colonias ultramarinas desde una óptica más compleja.

Uno de los argumentos más sólidos contra la idea de un simple saqueo sistemático es económico. Si España realmente hubiese expoliado de forma unilateral a América durante más de tres siglos, ¿cómo explicar que el imperio terminara en bancarrota más de una vez? Además, muchas regiones españolas permanecieron subdesarrolladas comparadas con las principales ciudades coloniales. Lo mismo sucedió en Cuba, después de 1902. En 56 años, la isla tuvo muchísimo más progreso con el “saqueo imperialista” que en 66 años de comunismo.

Reutilización de los recursos

Regreso al tema: Ciudades como México, Lima, Bogotá, Quito o La Habana florecieron como centros urbanos con infraestructura, catedrales, universidades, caminos, acueductos y puertos. Esto no habría sido posible si la Corona se hubiera limitado a extraer riqueza sin reinvertir.

Lejos de ser únicamente un flujo de capital hacia Europa, gran parte de los recursos obtenidos en América se reutilizaban localmente. Esto incluía obras públicas, administración, evangelización, defensa militar y mantenimiento del aparato burocrático colonial.

Estudios recientes han demostrado que España destinó grandes sumas al sostenimiento del imperio americano. Desde el pago a funcionarios, religiosos y militares, hasta la construcción de fortificaciones costeras como las de San Juan de Puerto Rico, Cartagena de Indias o Veracruz, el gasto imperial fue considerable.

Según algunos historiadores, en determinados periodos del siglo XVIII, hasta el 60% del presupuesto del Estado español estaba orientado al mantenimiento de sus colonias. Esto se hacía no solo por razones estratégicas. Las colonias eran parte integral del tejido político y económico de la monarquía.

Mientras tanto, regiones como Galicia, Extremadura o La Mancha apenas vieron inversiones en infraestructura durante siglos. La idea de que España se enriqueció y modernizó a expensas de América comienza a tambalearse. Esto ocurre al comparar la evolución urbana y administrativa de muchas ciudades americanas con la precariedad de algunas zonas peninsulares.

Hay que revisar la historia

La enorme cantidad de metales preciosos extraída de América, especialmente durante los siglos XVI y XVII, tuvo un efecto paradójico en la economía española. En lugar de fomentar un desarrollo industrial o comercial sostenido, la abundancia de plata generó una economía rentista. Esta economía dependía de las remesas coloniales y del comercio con terceros países.

Inglaterra, Holanda y Francia terminaron beneficiándose indirectamente del oro americano al vender productos manufacturados a España, que carecía de una base productiva sólida.

Así, el supuesto «saqueo» terminó debilitando a la metrópoli tanto como pudo perjudicar a las colonias. La dependencia de los metales preciosos desincentivó la innovación, el emprendimiento y la diversificación económica. Esto condenó al imperio a una estructura obsoleta y vulnerable ante el avance de potencias rivales.

La visión de un saqueo unilateral es una simplificación heredada de la «leyenda negra». Esta leyenda fue construida por los enemigos de España desde el siglo XVI. Fue posteriormente reforzada por ideologías independentistas o anticoloniales. Aunque no se niegan los abusos, la explotación ni los efectos devastadores de la conquista sobre las poblaciones originarias, es fundamental revisar la historia con herramientas más rigurosas y menos pasionales.

España no solo extrajo recursos de América: también los gastó, los transformó y los reinvirtió en un modelo imperial. Aunque injusto y desigual, este modelo fue más integrador de lo que muchas veces se reconoce. Hoy en día, existen grandes urbes, universidades coloniales, archivos, acueductos y catedrales barrocas en todo el continente. Todo esto prueba que el «saqueo» no fue tan absoluto ni tan simple como muchos aún creen. La historia, como siempre, es más matizada que el mito.

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