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Por Jorge Sotero ()
La Habana.- La dictadura cubana no exporta médicos: exporta esclavos con bata blanca. El gobierno de Calabria, desesperado por tapar agujeros en su sistema sanitario, acaba de renovar hasta 2027 el contrato con la mafia estatal que dirige Miguel Díaz-Canel.
Los dirigentes calabreses pagan 4.700 euros al mes por cada galeno, pero solo 1.200 llegan a las manos de quienes curan a los enfermos. Los otros 3.500 euros —el 75%— van directos a las arcas del régimen. Esclavitud del siglo XXI con factura y sello oficial.
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Los médicos cubanos en Italia no son profesionales: son rehenes. Firma un contrato en La Habana antes de salir, donde te dicen que solo cobrarás el 22% de lo que ganes. Si protestas, te mandan de vuelta a la isla, donde te espera el ostracismo y la cartilla de racionamiento.
Si callas, trabajarás por 6,68 euros la hora en un país donde el café cuesta dos. Y mientras, el gobierno cubano sigue facturando, sigue mintiendo, sigue vendiendo la farsa de la «solidaridad internacionalista».
Hay algo obsceno en ver cómo Italia —un país que presume de derechos laborales— se hace cómplice de esta estafa. Calabria paga 34,50 euros por hora de trabajo médico, pero los cubanos ven cómo el régimen les roba 28 euros de cada hora. La Comercializadora de Servicios Médicos Cubanos no es una empresa: es una tapadera para el tráfico de profesionales. Y Europa mira para otro lado, porque total, son solo cubanos, son solo comunistas, son solo pobres.
Lo más vomitivo no es el robo, sino el control. A estos médicos les vigilan los movimientos, les revisan los teléfonos, les prohíben quedarse en Europa después del contrato. Algunos, hartos de ser tratados como mercancía, han huido.
Otros se han «perdido» después de unas vacaciones. Los más obedientes siguen en los hospitales, contando los días para que termine su condena. Todos saben que si hablan, sus familias en Cuba pagarán las consecuencias.
Mientras, el gobierno de Calabria celebra el acuerdo como un éxito. Roberto Occhiuto, el presidente regional, habla de «intercambio de conocimientos» y «cooperación internacional». Pero esto no es cooperación: es complicidad con un sistema que convierte a sus ciudadanos en moneda de cambio. Italia necesita médicos, Cuba necesita euros, y los profesionales necesitan que alguien les quite las esposas.
Al final, todos pierden. Los pacientes calabreses reciben a médicos exhaustos y humillados. Los galenos cubanos trabajan por migajas bajo la amenaza constante. Y el régimen de La Habana sigue enriqueciéndose con el sudor ajeno. Es el mismo cuento de siempre: el socialismo se lleva la libertad, el capitalismo paga la factura, y los pobres —siempre los pobres— se quedan sin nada.