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¿Fotos de Trump con Epstein tienen valor condenatorio?

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Por Carlos Carballido

Desde que el tema Epstein Files (observen que no digo “lista”) ha vuelto a la zaga pública, tanto redes como medios de prensa han lanzado una hemorragia de fotografías de Trump con el personaje, intentando argumentar una posible culpabilidad del presidente.

Ese planteamiento, prácticamente, no se sostiene, porque el mayor argumento jurídico está en que hasta Wikipedia reconoce que Trump rompió con Epstein en el 2004, cuando los rumores de pedofilia comenzaron a circular entre los magnates de West Palm Beach.

La pregunta sería: ¿por qué otras figuras relevantes como Clinton y Bill Gates continuaron la relación?

En 1973, el sociólogo Mark Granovetter publicó una tesis contraintuitiva: los lazos débiles —esos vínculos ocasionales, no íntimos— son más efectivos que los lazos fuertes para acceder a información, favores y oportunidades. Son la estructura subterránea de cómo circula el poder moderno. Y, por extensión, de cómo opera la inteligencia informal, casi siempre usada por agencias como la CIA, el Mossad, el KGB o el MI6.

Jeffrey Epstein no era un político ni un espía oficial. Pero era un agente sin placa. Un constructor de redes. Un recolector de secretos. Un organizador de encuentros entre personas que nunca debían haberse conocido. Su isla, sus aviones y sus fiestas no eran simplemente libertinaje: eran plataformas de conexión informal entre nodos de poder. Cada invitación era una prueba. Cada presencia, una oportunidad. Y cada foto, un posible seguro de vida.

Porque los lazos débiles no se miden por cercanía emocional, sino por funcionalidad estructural.

Trump se alejó antes de que hiciera público el escándalo

Epstein necesitaba que los poderosos lo toleraran, no que lo amaran. Que lo invitaran, no que lo abrazaran. Que lo dejaran estar, no que lo investigaran. Eso le bastaba para tejer su telaraña de influencia, chantaje o simplemente observación.

Los servicios de inteligencia lo comprendieron antes que muchos sociólogos: la infiltración no se logra a través de enemigos declarados, sino mediante intermediarios ambiguos, discretos, funcionales. Esos que asisten a fiestas, financian fundaciones, invitan a congresos y aparecen en fotos sin contexto. La estructura de poder contemporáneo no se construye con jerarquías verticales, sino con la arquitectura invisible de los lazos débiles.

Las fotos con Trump no prueban delito, aunque sí prueban presencia en el ecosistema de poder informal que Epstein gestionaba. Un sistema donde el chantaje era moneda, la seducción una herramienta, y la conexión el fin mismo.

En lógica de inteligencia, cada foto es un nodo activable: no porque el sujeto haya cometido un delito, sino porque ya está atrapado en la tela. Ya fue contactado, testeado, medido. Tal vez recibió un favor. Tal vez calló ante algo. Y tal vez fue observado.

En un tribunal, las fotos de Trump solo indican que figuró en esa red de lazos débiles. Lo que lo exonera de culpabilidad es que hay registros históricos que prueban que se desconectó de Epstein en 2004, mucho antes de que el escándalo llegara a ser público.

Ahora bien…Los demás,que igualmente están retratados con el pedófilo confeso pero que no se desmarcaron de esos lazos débiles, son los que habría que cuestionar y los que sí deben estar más que preocupados por la publicación de estos archivos.

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