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Por Jorge Sotero ()
La Habana.- Los campesinos del Tolima deben estar celebrando. O eso cree el gobierno colombiano. Acaban de firmar un «histórico» acuerdo para venderle 1.400 toneladas de arroz a Cuba. Histórico, sí. Como histórica es la lista de países a los que La Habana les debe dinero y no paga. Pero aquí estamos: Colombia, emocionada, mandando arroz como si Cuba fuera un cliente confiable y no el vecino que te pide azúcar prestada y después cambia de número.
La Agencia de Desarrollo Rural habla de 5.984 millones de pesos anuales, de fortalecer la economía campesina, de eliminar intermediarios. Todo muy bonito. Lo que no dicen es que Cuba tiene una habilidad especial para convertir contratos en deudas eternas. Ya le debe a Rusia, a China, a Vietnam, a medio mundo. Hasta a los pequeños productores de alimentos les queda mal. Pero seguimos, creyendo que esta vez será diferente.
El presidente de la ADR, César Pachón, dice que esto es «comprar directamente a los productores, sin intermediarios, con precios justos». Lo que no menciona es el único intermediario que nunca falla en este negocio: el riesgo de que Cuba no pague. Porque La Habana es experta en dos cosas: en hablar de soberanía alimentaria y en no soltar un peso cuando toca pagar.
Los campesinos del Tolima, ilusionados, creerán que esto les cambiará la vida. Y puede que sí, pero para mal. Porque Cuba no es un mercado, es un agujero negro de promesas incumplidas. Ya lo han visto los argentinos, los brasileños, los españoles. Todos empezaron vendiéndoles algo y terminaron esperando un pago que nunca llegó. Pero Colombia, optimista, repite el mismo error.
El gobierno de Petro quiere creer que esto es «comercio justo». Lo justo sería recordar que Cuba debe millones a sus proveedores, que su economía es un castillo de naipes, y que su palabra vale menos que un billete de tres pesos. Pero Petro y sus acólitos prefieren creer que esta vez no habrá estafa.
Lo más triste es que, mientras La Habana recibe arroz a crédito, los cubanos siguen haciendo cola para comprarlo racionado. El régimen exporta miseria e importa deudas, pero nadie le exige cuentas. Y los campesinos colombianos, pobres ilusos, serán los próximos en aprenderlo.
Al final, esto no es un acuerdo comercial. Es una lotería en la que Cuba siempre gana y los demás siempre pierden. Los del Tolima deberían preguntarse: si ni Rusia ni China han logrado que Cuba pague, ¿por qué ellos sí?
Quizás dentro de un año, cuando el arroz ya esté en la mesa de los generales y la factura siga sin pagarse, alguien recuerde esto y diga: «Nos timaron». Pero para entonces, como siempre, será tarde. Cuba habrá comido, los campesinos habrán perdido, y el gobierno colombiano seguirá hablando de «alianzas estratégicas». Como si la estupidez tuviera cura.