
Newsletter Subscribe
Enter your email address below and subscribe to our newsletter
Por Héctor Miranda ()
Wimbledon.- Hay algo en los grandes que no se explica solo con talento o trabajo, sino con esa luz de casino que los sigue. Esa especie de imán para lo improbable. Jannik Sinner, el italiano que ya no es promesa sino presente, lo sabe.
Contra Dimitrov, cuando el búlgaro llevaba dos sets y parecía dueño del partido, el tenis le regaló una de esas esquinas inesperadas donde los elegidos se apoyan para seguir avanzando. La lesión de Grigor, cruel para él, fue un billete de lotería raspado para Sinner.
Pero los grandes no piden permiso: aceptan el regalo y lo convierten en leyenda.
Dimitrov jugó como en sus mejores días, con esa elegancia de quien no suda sino que transpira clase, hasta que el cuerpo dijo ‘basta’.
Es el tenis: un deporte que premia la resistencia pero también castiga la fragilidad. Sinner, en cambio, parece tallado en algún laboratorio alpino, frío como el mármol pero con un fuego interno que no se apaga.
No celebró la retirada del búlgaro, porque los grandes no festejan la desgracia ajena, pero tampoco se detuvo a lamentarla. Siguió adelante, como debe ser.
Hay quien dirá que la victoria le llegó prestada, que no fue su mejor día. Pero los partidos no se ganan solo cuando todo sale bien, sino también cuando todo sale mal y aun así encuentras una rendija.
Sinner la encontró. Y eso, queridos amigos, es lo que separa a los buenos de los que están llamados a quedarse. La suerte existe, pero solo sonríe a quienes están preparados para recibirla.
Dimitrov se fue cojeando, con esa cara de niño al que le han roto el juguete otra vez. El tenis es así de injusto, pero también es así de hermoso: no perdona, no espera, no entiende de lágrimas.
Sinner, mientras tanto, ya piensa en el siguiente rival, porque el partido de ayer no es más que una línea en su biografía. Los grandes no miran atrás, solo avanzan, aunque sea arrastrándose.
Al final, todo queda en anécdota. Nadie recordará dentro de unos años si Sinner ganó por retirada o por paliza. Solo recordarán que ganó. Porque la historia es así: mezquina con los que casi llegan y generosa con los que, al final, siempre están ahí. Sinner ya es de esos. Y lo será durante mucho tiempo. La suerte, ya se sabe, es solo una pregunta. La respuesta la dan ellos.