Enter your email address below and subscribe to our newsletter

Comparte esta noticia

Por Albert Fonse ()

Ya no es una cuestión política. Es una cuestión de supervivencia.

Sé que lo que voy a decir suena controversial. No es un mensaje bonito ni esperanzador. Pero cuando un pueblo entero vive en condiciones peores que el Período Especial, con apagones diarios, hambre, transporte colapsado, hospitales sin medicinas, escuelas vacías y un futuro cancelado, y aun así no dice basta, uno empieza a preguntarse cuánto más se puede aguantar sin hacer nada.

Si después de todo eso no se toma la calle, entonces que se tome el mar.

Un éxodo masivo sería un grito de auxilio en movimiento, una imagen imposible de ocultar, una bofetada directa a la indiferencia internacional. Cuba volvería a ser noticia, no por propaganda oficial, sino por la desesperación real de un pueblo que ya no puede más.

El solo anuncio de miles de personas preparándose para lanzarse al mar podría encender una chispa interna. Podría provocar otro Maleconazo, esta vez a nivel nacional. Lo que empezó una vez en La Habana podría repetirse en Santiago, en Holguín, en Santa Clara. El miedo se desvanece cuando alguien cruza la línea. En un país lleno de tensión contenida, basta una chispa para hacer estallar la presión acumulada durante años.

Washington tendría que actuar

A nivel internacional, Estados Unidos tendría que actuar. Ya no podría fingir que no pasa nada. No bastarían discursos ni promesas vacías. Tendría que ponerse para tumbar la dictadura de una vez, o corre el riesgo de otro Mariel y se sabe perfectamente que no quieren otra crisis migratoria estallándole en la frontera.

Pero más allá de lo que hagan los de afuera, lo esencial está en lo que decidan los de adentro. Esto no es una invitación al éxodo. Es un llamado al límite. A moverse. A romper el silencio. A demostrar que los cubanos no están condenados a esperar eternamente en la sombra. Si no es en la calle, entonces que sea desde el mar. Pero algo tiene que pasar.

Ya no se trata de ideología. Se trata de instinto de supervivencia. De no criar hijos entre ruinas ni ver morir a los viejos sin dignidad. El pueblo cubano tiene que elegir. La calle o el mar. Pero nunca más la espera.

Quedarse quieto no es resistencia. Es rendirse.

Deja un comentario