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El timo definitivo: ¿Cómo Trump y Bibi engañaron a Irán?

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Por Luis G. Estrada Ayala ()

Lo de Donald Trump y Benjamín Netanyahu fue una jugada maestra que sacudió al eje del mal. En un mundo de diplomacia hipócrita y ambigüedad estratégica, ambos dijeron lo que iban a hacer… y lo hicieron.

Mientras otros negociaban, ellos ejecutaban. Mientras Europa insistía en acuerdos con Teherán, Trump volvía a la carga:

El 4 de febrero pasado, Netanyahu firmó un memorando presidencial para reinstaurar la política de máxima presión. El objetivo era reducir las exportaciones de petróleo iraní a cero y frenar su programa nuclear.

Esta vez, no hubo ruptura formal como en 2018, pero sí un giro firme: El mensaje de Estados Unidos al régimen iraní fue claro: o hay nuevo acuerdo bajo nuestras condiciones o vendrán consecuencias.

El 19 de marzo de 2025, Trump envió una carta directa al líder supremo de Irán. Le dio dos meses para alcanzar un nuevo acuerdo. No era una invitación. Era un ultimátum. Pero las negociaciones fueron contradictorias.

El 15 de abril, Estados Unidos flexibiliza: ya no exige desnuclearización total, solo limitar el enriquecimiento al 3.67 por ciento. El 2 de junio, Axios revela un borrador que permite el enriquecimiento de uranio.

Irán se creía la historia

Para el 3 de junio, Irán insiste en su “derecho soberano” a enriquecer uranio, con apoyo ruso. El 11 de mayo, Teherán cierra filas: “Ese derecho no es negociable.”

Mientras el mundo miraba estas “negociaciones”, en el terreno real se ejecutaba una operación sin precedentes. Murieron en sus camas Hossein Salami y Ali Shamkhani, arquitectos del programa nuclear y terroristas de alto nivel.

Durante años, ellos orquestaron ataques contra Israel. El 7 de octubre, habían cercado al Estado judío con un anillo de fuego: Hamás, Hezbollah, milicias chiitas, hutíes. Y sabían que estaban en la mira.

Sin embargo, vieron cómo: Hassan Nasrallah fue enterrado bajo Beirut, Ismail Haniyeh fue pulverizado… en Teherán… Y aun así, volvieron a casa como si nada. Durmieron como burócratas. Y no despertaron.

La caída de Teherán no solo afecta al Medio Oriente. Es un terremoto para toda su red global de terror:
Hezbollah: Hamás, Yihad Islámica, Hutíes, Milicias en Irak, Proxies armados en Siria y Líbano.

Susto en los regímenes de la región nuestra

Y América Latina también respira. Irán ha sido un sostén activo de Venezuela, Bolivia, Nicaragua y Cuba.

El debilitamiento del régimen iraní golpea también al eje autoritario latinoamericano. Trump y Bibi entendieron que para derribar el castillo bolivariano-terrorista-comunista, había que cortar el corazón: Teherán.

Lo demás caería como fichas de dominó. El “engaño” no fue mentir y dejar que Irán bajara la guardia creyendo que todo era diplomacia. Cuando despertaron —si es que lo hicieron— ya era tarde. Esta no fue solo una operación militar. Fue una advertencia global:

“No dormirán en paz quienes conspiran para destruirnos». Ni en Gaza. Ni en Beirut. Tampoco en Qom. Ni en Caracas.

El mundo cambió el día que Trump reinstauró la presión total contra Irán. y Netanyahu transformó inteligencia en acción quirúrgica. No movieron piezas. Tumbaron el tablero.

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