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Por Joel Fonte
La Habana.- El Poder corrompe, enferma el espíritu de quien lo posee. Leí esa idea por vez inicial del primer presidente de la nación norteamericana, George Washington. Él rechazó prolongarse en él a pesar de que aún la constitución de los Estados Unidos no prohibía la reelección ilimitada.
También Martí, admirador de las libertades que defendía aquel pueblo. Contrario a la mentira descarada que nos han vendido por décadas sobre un Martí anti norteamericanista. Martí defendía el ejercicio del Poder como hecho temporal y dado al sacrificio. No como pedestal o espacio de privilegios.
Es lo que hoy conocemos, dentro de la concepción democrática, como alternancia en el Poder.
Entonces, a Raúl Castro, que vio y vivió el reinado de su hermano como monarca de Cuba por casi 50 años. Luego lo ejerció él mismo formalmente por más de 10 años. No le bastó pasar a retiro y vivir sus últimos años como un jeque árabe, rodeado del lujo y los privilegios que su apellido siempre ha disfrutado.
No pudo quedarse en el anonimato y guiar los hilos del Poder desde las sombras, viendo cómo su criado le administra su negocio-pais.
No. Él necesita más. En su arrogancia enferma, sale repetidamente a decirnos a los cubanos que él sigue siendo el caudillo, el gran señor. Y que su misma constitución no pasa de ser una farsa grotesca para tranquilizar la mirada cómplice y criminal de la izquierda latinoamericana y europea, sobre todo. Así pues, recibe delegaciones militares. Protagoniza actos públicos y designa a los principales jefes militares de las instituciones militares del país…
Así lo describe la prensa mercenaria a su servicio: ‘el líder de la revolución cubana, general de ejército Raúl Castro, presidió… y firmó el ascenso a general de cuerpo de ejército…’
¿Y dónde están los constitucionalistas de Cuba? Aquellos que pueden denunciar este hecho como una bofetada más del tirano al estado de legalidad que pregona su régimen criminal.
¿Qué autoridad tiene este señor para asumir esas funciones? Todo es una farsa, una burla a una nación castigada por su inmovilismo, por su inacción, por su incapacidad para sacudirse a estos criminales, para arrojarlos del Poder que usurpan.
Basta de mentiras. Basta de burlas a un pueblo que quiere Libertad. ¡No más dictadura en Cuba!