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Por Joel Fonte ()
La Habana.- Adam Smith decía que la riqueza de una nación debía medirse por la diversidad y calidad de bienes y servicios. Estos bienes y servicios deben estar al alcance de toda la sociedad, y no al servicio de unos pocos.
Defendía para ello la teoría de ‘la mano invisible del mercado’, en virtud de la cual la intervención del Estado debe ser mínima. Esto ocurre en la economía y la sociedad. Así, el Estado debe limitarse a proveer solo aquello que, siendo interés público, no es rentable ni interesante para el mercado.
Defendía lo individual por sobre lo colectivo porque esa mayoría encontraba a su vez beneficio en la riqueza individual generada en espacio de libertad económica.
Todas estas tesis constituyen fundamentos del liberalismo. Ellas cuestionan el intervencionismo del Estado y su irrupción autoritaria en la vida de las personas. Además, aseguran que esto las ata a intereses políticos que solo generan corrupción e ineficacia. Estos problemas son propios de los regímenes totalitarios, de los autoritarismos y de los regímenes comunistas…
En 1776, en las 13 colonias norteamericanas del Reino Unido, se difundió la obra de Smith. Sus ideas impregnaron el pensamiento de los padres fundadores. Más adelante, ellos crearían el país más rico del orbe y símbolo de la democracia y del respeto a los derechos individuales. Se trata de los Estados Unidos.
Los cubanos debemos mirar y emular a los hombres universales. Estos hombres, también como nuestro José Martí, jamás se subordinarian al autoritarismo de una dictadura. Tal dictadura ahoga los más grandes ideales del ser humano…