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Por Jorge Sotero ()
La Habana.- Sabía que Darwin -el de El Mundo de Darwin- tenía una entrevista en preparación con Armando Campuzano, quien fue hasta hace una década, más o menos, una figura habitual en la televisión cubana.
Sabía que El Chino, como le dicen a Campuzano, había escrito un libro, porque un amigo en común me lo comentó hace algún tiempo. Un texto sobre Cuba que tal vez nunca podamos ver por acá, al menos mientras los Castro estén al frente de la granja.
Y hoy, antes de que me llegara la notificación de la entrevista, llamé a un amigo con el cual hablo cada cierto tiempo, y recordamos el momento, allá por 2002, cuando le otorgaron un televisor Panda. Rememoramos que, luego de dos votaciones, después de que se lo hubieran otorgado a otro, al final se lo dieron a él.
Reímos ambos, pero en aquel momento fue feo. Como fue feo el otorgamiento de otro Panda a la sorda de mi barrio, luego de semanas de litigio infinito para ver quién lo merecía más. Aspiraban un viejo combatiente retirado, la chivata del CDR, una viuda que vivía con un hijo loco, y la sorda.
Cuando escuché a Campuzano hablar de sus vivencias en Cuba, de lo que pasó mientras era parte de Tele Rebelde, y de contar algunas historias de las que recoge en su libro ‘Cuba, el Titanic del Caribe’, volví a rememorar todo aquello.
Campuzano no deja títere con cabeza. Habló de Julita Osendi y dice verdades tan altas como el Empire State. Y también le apunta a Rodolfo García, a quien deja mal parado, pero, sobre todo, los cañones los enfoca contra la dictadura, principalmente en Fidel Castro.
Durante una buena parte de la charla, distendida por demás, en la cual Darwin lo deja hablar, Campuzano se refirió a las locuras de Fidel Castro: el cordón de La Habana, la genética en la ganadería y la historia del semental Rosa Fe Signet, Ubre Blanca…
Habló del fin de la industria azucarera, de la llamada revolución energética y la promesa del fallecido comandante de que no habría más apagones. También de la exigencia del hermano menor de producir leche para todos y no hasta los siete años. Y del Che Guevara, los crímenes de La Cabaña y aquel placer por matar cubanos con el que se fue de esta isla.
No he visto ‘Cuba, el Titanic del Caribe’, pero si el texto recoge todo lo que Campuzano dice, podría ser un buen texto en el futuro para que las generaciones venideras entiendan un poco la realidad de la isla posterior a 1959.
Incluso, recoge fragmentos de la llamada Crisis de Octubre, de la Operación Peter Pan, de los desvaríos del fallecido tirano con la agricultura, y cómo se robó ideas de unos y otros, las hizo suyas, y luego las convirtió en fracasos.
Yo recuerdo a Campuzano en una moto pequeñita, anaranjada, con su esposa detrás. Pasaba trabajo como cualquier cubano. Y luego, alguna vez, lo vi en un almendrón verde, que daba lástima. Y cuando Darwin anunció la entrevista, pensé que lo vería avejentado, casi irreconocible.
Pero nada más lejos de la realidad, Campuzano luce más joven que cuando estaba en Cuba, sigue siendo igual de jovial, con su pelo extremadamente negro y su voz gutural que los fanáticos de los deportes extrañamos.
Estas líneas servirán solo para que alguno se pregunte quién es Armando Campuzano, o para que otros crean que es importante ver la entrevista de Darwin, o comprar el libro por Amazon.
A mí me sirve para recordar a alguien con quien compartí alguna vez una cobertura, un juego de béisbol o un partido de softbol. Un tipo que habla sin pelos en la lengua y que siempre prometía volver mañana, porque ‘mañana… mañana estaremos con más’.
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Qué Maravilla encontrarme con este artículo, Jorge Sotero
Leer su perspectiva sobre la entrevista y sus recuerdos sobre el entrevistado y autor de este libro, me transportó, un poco también, a mi propio pasado…. Su texto me regalo alguna que otra sonrisa. Gracias!!!
Ya tengo el libro en mano y vale la pena su lectura.
Mis Saludos….