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Por Tania Tasé
Berlín.- Cada vez, con más frecuencia, pienso en qué tanto nos vamos pareciendo, nosotros los cubanos, al país que muere lenta e inexorablemente.
Gente que resistió tanto como pudo y un día se rinde como cualquiera de los edificios que se derrumban a diario.
Otra gente es como la calle, todos los pisan, les echan basura como envidia, despecho, resentimiento y cobardía en cada uno de sus baches.
Hay gente que dejó de ser calle y es un bache gigantesco.
Hay cubanos también que presentan su fachada renovada, pintada y adornada con bellos colores, pero están carcomidos por dentro, como esos vetustos edificios a los que de vez en cuando se retoca con una manito de pintura para disfrazar su miseria interior.
Hay cubanos talados y hechos leña como esos árboles que desaparecen de los parques y aceras.
Gente que ayudó a su desaparición se queja del calor calcinante ahora.
Existe además, gente azufre que contamina y envenena todo a su alrededor, como las refinerías que en las noches sin viento te impiden respirar.
Hay gente gas, siempre dispuesta a explotar porque alguien no cerró la llave.Siempre dispuesta a destruir.
Cuba es una nación que se derrumba y desaparece mientras nos arrastra a todos en su caída. Pareciera que nadie puede salvarse.
Ah, pero hay gente mar. Hay cubanos tan fuertes como los horcones de las viejas casas que nunca caen.
Hay cubanos sonrisa que impiden que el país se vaya totalmente a la mierda.
Cubanos que luchan como las flores que aparecen en el asfalto hirviente.
Hay gente magisterio de lucha y amor.
Esos son los que impiden que yo desaparezca junto con la isla.
Por esos cubanos-país es que respiro, amo y en medio del dolor y el hastío, sonrío. Aún.