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Por Yoel Arias Hernández ()
La Habana.- Hace ya un tiempo quiero escribir un texto con el siguiente título «Y el Código de E(s)tética… pa cuándo? Lo he pensado mucho pero el tiempo (el implacable) no me da chance, y también los eventos de baja intensidad que se van acumulando últimamente piden atención porque la llevan.
El problema con el supuesto Código de estética radica en el eterno dilema de la Forma y el Contenido. La apariencia de algo que al final no es lo promocionado ha sido bandera del continuismo, y antes también lo fue. Revisen ustedes la prensa, las redes, las televisoras y díganme ¿dónde hay un político (de carrera) que sea obeso? No digo ‘gordito’, digo mórbido.
Me refiero a esa categoría de sobrepeso que llega a lo patológico, de tan evidente que se hace. Ese tipo de mensajes, de los que no importa los argumentos utilizados, no llegan profundo al tejido social porque pierden fuerza desde el momento en punto que lo emitió alguien, a quien le sobran libras de peso, ni ética ni estética justifican una imagen tan obscena desde una posición de poder.
Puedo mencionar a uno de los «cuadros» de Zelenski,, creo que el de defensa y solo puedo remontarme a Churchill si fuese a numerar pesos pesados de la política. Quizás Trump tenga sus libras de más pero no me voy a centrar en él. En cualquier lugar del globo es difícil encontrar un político obeso, menos en Cuba, donde hace mucho tiempo se vienen pasando muchas necesidades alimentarias, por no decir hambre.
El comodín del bloqueo/embargo es muy útil para justificar la debacle nutricional en curso pero se sabe por los números oficiales que llevamos unos cuantos años dejando de lado la agricultura, la salud y la educación, por solo citar tres pilares del gasto público que han palidecido ante los porcentajes del presupuesto para desarrollo inmobiliario y de servicios.
Una vez escuché que los frijoles eran más importantes que los cañones, pero eso pasó a segundo, o tercer, plano hace un buen rato.
https://elvigiadecuba.com/index.php/2025/02/14/los-panzones-estan-acabando-con-el-pais/
Seguir empleando un discurso demagógico sobre las causas que impiden la vida digna de nuestra población, donde se disfraza de vulnerables lo que se llama pobreza extrema, es algo ya imposible de consentir.
Desde el ascenso del segundo Castro al poder, el desmontaje del estado de bienestar de nuestra sociedad ha sido claro. Sin prisa, pero sin pausa se fueron eliminando conquistas y facilidades que el proletariado gozó desde 1959.
Ajustes económicos, no llamados neoliberales por supuesto, se sucedieron unos tras otros. Reformas muy esperadas fueron truncadas y murieron antes del parto. Otras que nadie deseaba fueron implementadas y con sus aguas trajeron todos los lodos que hemos estado sufriendo desde 2021.
Una constitución, que no aprobé, conculcó derechos que duermen entre su articulado porque no es prioridad del entramado legislativo. Una situación de alegalidad rodea el derecho a manifestación y a la libertad de expresión. He dicho varias veces que nuestra más nueva constitución no está hecha para disfrutarla nosotros, si no para mostrarla al mundo como documento a alabar por progresista, ni que estuviesen hablando de la del 40.
El término vitrina le viene de perilla. Es inoperante, pues los plazos establecidos para complementarla con leyes vinculantes han sido violados. Que figuras como un secretario del PCC de la capital o el presidente del Tribunal Supremo hayan declarado furtivamente que el derecho a la manifestación es legal no la hace viable.
Tiempo ha pasado en que se nos ha ofendido nuestra inteligencia con discursos vacíos, en el mejor de los casos, o abiertamente demagógicos utilizando, abusando más bien, eufemismos para designar lo que en cualquier país del mundo es una violación a los más sensibles derechos humanos.
Imposibilitar a la población un marco legal para demostrar su verdadero estado de opinión es criminal. Disfrazar el clamor popular, peor, suplantarlo por masas importadas de otros sitios, para complacer la estética de los medios oficialistas de información cuando acompañan visitas de alto nivel, llenando sus noticiarios con declaraciones que ningún poblador autóctono pronunciaría, es algo peor que demagogia.
Lo que pasa es que la mentira y sus paticas cortas no llegan lejos. Así sucedió en tierras de los «erizados». Los verdaderos afectados por políticas económicas excluyentes, se hicieron escuchar hace pocos días. La manifestante corrió con mejor suerte que los del 11j o Nuevitas, en pocas horas y por la presión popular fue liberada. Por supuesto fue objeto de manipulaciones mediáticas para hacer ver lo que no sucedió y ocultar lo que sí sucedió.
Diálogo o monólogo a la fuerza.
Pruebas hay muchas de que lo que significa diálogo para el poder es meramente monólogo. No hay más que revisar la prensa y las redes esta última semana. Por ejemplo, un artículo de Granma donde, sin ningún anclaje a la dialéctica, se ataca una consecuencia de las políticas económicas fallidas aplicadas en los últimos años.
Criticar la mendicidad como si fuese algo importado y no producto nacional y muy lógico de políticas como la tarea Ordenamiento y de otras anteriores y posteriores, es un crimen de lesa ignorancia. Lo que se añade con categoría de agravante (alevosía incluso) es haber ignorado las opiniones de economistas cubanos de todas las regiones del orbe que alertaron de lo desatinado de las medidas y de la circunstancia… solo que, por no ser cubanos de dentro sus criterios no eran válidos.
Eso sólo elimina cualquier intención de diálogo, porque son incapaces de ver más allá del dogma ideológico y por eso fracasan una tras otra sus medidas.
Fiesta tabacalera
Los ecos de las fanfarrias y los oropeles alrededor del Festival del Habano no se hicieron esperar. Las contramedidas a las críticas tampoco se atrasaron. Una muy buena muestra de la disposición al tan cacareado diálogo.
La mujer del César, además de ser decente tiene que parecerlo. No hubo queja, por justa que fuese que no haya sido olímpicamente bateada de home run. Salvo por un caso. Silvio Rodríguez, en Segunda Cita, les tiró con el alma al Festival de marras y a otros males latentes.
La respuesta vino del teclado de la periodista puntera de la presidencia, Leticia Martínez. Ojalá y eso no hubiese sucedido. Nunca mejor habría venido aquella frase bíblica: «perdónalos, señor, no saben lo que hacen».
Leticia inició un derrame más contaminante que un pospanamax encallando en el malecón habanero. Las batallas hay que saber cuándo iniciarlas, de lo contrario todo se sale de control. No solo le dio un sermón al propio Silvio, voz autorizada de la saga revolucionaria, si no que ensartó argumentos fuera de contexto y perdió la mejor oportunidad para haberse quedado en mute.
Cuando ni las apariencias logran engañar
Manuel David Orrio le respondió debidamente a la Leticia y no creo que toque su teclado para responder. Si las estrategias, como el control de daños funcionan, ni ella ni la machi tocan un teléfono antes del juicio final.
De nada valen estrategias comunicacionales, peor o mejor pensadas, si en la práctica su efecto es un jarro de gasolina lanzado a restos humeantes. Fanfarronear lemas que son incapaces de cumplir. incluso cuando lanzan a todo el ciberclariato encima de quien ose desafiar la política establecida, es una muestra evidente de deslealtad a lo ya proclamado. Vaya, en puro cubano, más de lo mismo, demagogia.
No hay futuro político para una élite que se ha encerrado a cal y canto tras su discurso, muy pero muy aislado de la realidad. De nada vale seguir enarbolando pancartas e inundar las redes con troles made in UCI, si la realidad los desnuda. No son creíbles y en estos momentos donde uno diría «las apariencias engañan», ¡¡¡nooombrenoooo!!! ya ni con esas apariencias engañan a nadie. Todo es tan transparente que no hay dónde esconderse después de tanto fiasco.
Y eso que no le he dedicado tiempo a inmundicias como lo que hacen para dilatar la salvación de #sosdamir. Ya no hay manera posible de enmendar el discurso oficialista, ya no engañan a nadie.