Cuba, un país de personas famélicas y dirigentes gordos

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Por Jorge Sotero
La Habana.- La mayoría de los presidentes del mundo no son gordos. No lo son, sobre todo, aquellos que tienen que ganar unas elecciones. Generalmente son personas que cuidan su físico para ofrecer una buena apariencia personal, porque eso incide a la hora de que voten, o no, por ellos en las elecciones correspondientes.
En Cuba no es así. Los que dirigen en Cuba, a los que nadie elige en ninguna instancia, son unos obesos, que solo se preocupan por vivir bien, por pasarla tranquilamente y disfrutar esas bondades que le regala el sistema sin haber hecho nada para merecerlo. Y solo hay que verlos en las fotos.
La última de estas instantáneas, tomada el domingo durante uno de esos ejercicios a los que acude la dirigencia vestida de verde olivo, muestra las panzas de Díaz Canel, Manuel Marrero, Salvador Valdés Mesa y Esteban Lazo, además del octogenario general de cuerpo de ejército Ramón Espinosa.
El Hombre de la Limonada debe haber desayunado copiosamente ese día, porque se le notaba una panza enorme, aunque menos que la de Marrero, al que ya le cuesta trabajo caminar, en esos escasos momentos en los que se baja del auto correspondiente para aparentar ser un primer ministro preocupado por las cosas del país, aunque todos saben que la gula y las buenas bebidas lo matan.
Con Salvador Valdés Mesa pasa otro tanto. Es, supuestamente, el encargado por la alta jerarquía de garantizar que en Cuba haya alimentos. Y esa responsabilidad se la tomó muy en serio, solo que equivocó a los destinatarios de los manjares, que no llegan a la mesa de las personas humildes del pueblo, sino a la suya. También ha agarrado una barriga tremenda y hasta la piel le ha mejorado desde su puesto de vicepresidente, que le garantiza una vida sosegada a él y al resto de su familia.
Lazo, que parece más un capataz en el Congo que un electo presidente de una Asamblea en cualquier país, sigue rollizo. Su vocación son las carnes fritas y los chocolates. Y no de ahora, sino de siempre. Incluso, hay una anécdota de sus tiempos de dirigente en Santiago de Cuba, que cuenta cómo se cayó una caja de africanas frente a su casa, cuando la bajaban de un carrito de esos que reparte todo lo que necesitan a los dirigentes. Todo eso delante de unos niños que jugaban en la calle.
A ninguno de estos dirigentes cubanos se les ha visto jamás en una cola, o demacrado en una reunión porque no han comido nada en horas, como le sucede a la mayoría de los cubanos. Incluso, no solo a ellos que están en la cima del poder, que es como decir en la parte alta de la cadena alimentaria. Tampoco a los de provincias, ni a los de municipios. Estos señores que gobiernan, cualquiera sea la instancia, tienen sus problemas resueltos, entre ellos el de los alimentos, ahora mismo el más acuciante para la inmensa mayoría de los cubanos.
Tampoco les falta el transporte, ni los medicamentos, ni las vacaciones gratis en casas de descanso u hoteles, y mucho menos las buenas bebidas o las viviendas para cualquiera de la familia, sin importar el parentesco. Y estos son los que piden al pueblo cada vez más esfuerzo, resistencia creativa, aguantar y creer en la revolución y sus dirigentes. Ninguno de ellos tiene moral para exigir nada. Si lo duda, mire las fotos.

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