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SOBRE LO QUE DIJO SILVIO Y OTROS DEMONIOS

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Por Ulises Toirac ()
La Habana.- Alguien me preguntó por la publicación de Silvio Rodríguez que ha estado en el candelero, y esta fue mi respuesta:
En mi criterio Silvio siempre ha sido sincero consigo mismo en primer lugar, sin importar las olas. Su honestidad y coherencia han respondido a sus vivencias y su entorno. Ha actuado en consecuencia, guiado porque lo que piensa es lo correcto. Su capacidad de pulsar la realidad (como la de todos) está condicionada por esas «señales que nos llegan» atravesando circunstancias, que para cada cual son diferentes.
Mis señales en ese sentido (el del fenómeno a que apunta Silvio en su escrito) son ya viejas y la actualidad es, ni más ni menos, la consecuencia de un deterioro consuetudinario, cuya raíz es política y económica y, por supuesto, impacta todo lo demás.
Siempre he dicho que los dos barbudos aquellos en lo que se fijaron bien bien bien fue en tomar aquello de «el ser social determina la conciencia social», que en cubano viene siendo «así come el mulo, caga el c***».
Los espectáculos bochornosos de la pasada semana que incluyen (a mi entender en lo más notorio) las proyecciones públicas del nieto de quien tú sabes, lo acontecido en el Capitolio con la Feria del Habano, y lo que resultó en materia de redes, de la muerte de Pablo Fernández Gallo, fueron resultado de lo que pienso que es más que la destrucción de nuestra dignidad nacional.
Va más allá, es la destrucción de nuestra dignidad como seres humanos, el grado más bajo. Y todo como consecuencia, como ya he dicho, de los niveles miserables de vida de una extensa capa de la población, pero además de un sistema de «valores» que han sido sostenidos durante muchos años, una indolencia, un narcisismo político, una intolerancia y un desprecio al ser humano.
Somos en este momento esclavos de una gran masa de personas que han llegado al punto de no importarle pavonear la riqueza ante la tumba del mambí desconocido y la estatua de la República en la sede del Parlamento o filmar y fotografiar una muerte violenta para ser «trending» en las redes, en vez de poner el hombro, socorrer en lo posible y aterrorizarse de la desgracia y la muerte de un ser humano.
Nuestra «deconstrucción» como Nación ha llevado a una tragedia aún mayor: la ausencia de valores éticos, morales, humanos, de honestidad y de decoro.
Y no es un proceso que surgió la semana pasada y se detenga esta. Viene aconteciendo hace años y continuará en lo adelante.

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