Por Ulises Toirac ()
LA Habana.- El padre de mi abuelo tenía una cantina mambisa. Se la había regalado Calixto García en persona. El bisabuelo era español pero luchó por Cuba en la manigua. Con el paso del tiempo quedó como única reliquia en casa, recuerdo del bisabuelo.
Abuelo también era echao palante y conoció jefes en las luchas después de aquellas. Pero como ya tenía cantina, nadie le regaló otra.
Abuelo se murió en enero. Llevaba años ido y nosotros esperando algún momento lúcido para poder arreglar los papeles para la Ley de Nietos. Nada. Nos dejó colgados de la brocha sin saber los datos exactos del nombre completo y el lugar de donde procedía. Y además era una jodienda porque a ojos de España el bisabuelo era traidor ¿no?
Ahora resulta que vino a la bodega el arroz de diciembre. Brinqué porque dije: «¡Coño, le toca el arroz a Abuelo! ¡Todavía está en la libreta vieja!»
De eso nada. Tremenda trifulca con la gente de la bodega, primero, y luego en la Oficoda. Y no seguí parriba porque pa la provincia tengo que coger dos guaguas. No hay pa eso. A mí, discutiendo, no hay quien me pare, pero el viejo era baja aunque estuviera vivo en diciembre y le tocara, lo cual me parece injusto.
¡Yo que tenía pensado prepararle su latica de arroz y llevarla en la cantina mambisa al cementerio!