Enter your email address below and subscribe to our newsletter

NUESTRA BANDERA 

Comparte esta noticia
(Tomado del Facebook de Pedro Luis Ferrer Montes)
La Habana.- La bandera cubana es propiedad espiritual del pueblo cubano múltiple y diverso; no es dominio exclusivo del Estado. Menos aún, cuando el Estado viene comportándose como instrumento coercitivo a favor de un Partido Único que, lamentablemente, impone su ideología excluyente, una Ideología que no obedece a la diversidad espiritual de la sociedad. La bandera es un símbolo espiritual del pueblo total y pleno.
Cada ciudadano tiene derecho natural a convivir individualmente con la bandera que lo representa por nacimiento; teniendo en cuenta que la misma también representa al conglomerado de sus paisanos coterráneos. La dialéctica que se produce entre el individuo y la colectividad respecto a esa representatividad, es la que establece la noción de respeto general por la bandera. Lo mismo ocurre con la religión, la patria y todos los valores espirituales que, mediante sus símbolos, el individuo metaboliza con su comunidad. Un respeto que no está regulado por ninguna escritura policial, jurídica ni partidista, sino por la ética de la convivencia ciudadana que emana de la devoción común.
Cosa diferente y correcta es que, para el uso oficial de la bandera, dentro de las instituciones y actos políticos gubernamentales, se establezcan normativas de cumplimiento obligatorio. Pero estas normativas no deben ir más allá de las fronteras oficiales, ni pretender establecer la manera en que el individuo y la sociedad conviven con su símbolo.

Vestirse con los colores y formas de la bandera, cubrirse con ella, está dentro del ámbito natural de la devoción ciudadana. Eso no constituye un accionar oficial del Estado. La cultura de los pueblos se rige por mecanismos dialogantes muy complejos y profundos —casi siempre imperceptibles en la inmediatez— que no admiten burdas y externas interferencias impositivas.

Recuerdo aquel poema de Raúl Ferrer —consagrado pedagogo cubano— donde concibe la bandera como encarnación de orgullo en la ropa de una alumna.
ENTRE NIÑAS
Raúl Ferrer Pérez
—Viste: es nueva la bandera!
No es de una tela barata:
Esa tela es de primera.
—¡Qué linda para una bata
si la patria me la diera!
(1941)
Ningún pueblo puede permitir que —so pretexto de un respeto frívolo y leguleyo— lo enajenen del  símbolo más sagrado de su patria: la bandera.
Recuerdo aquella lamentable escena acaecida en La Florida, a propósito de la devolución del niño reclamado por La Habana, en la que un grupo de cubanos (irritados por la decisión del aparato judicial y el gobierno demócrata), pisotearon y quemaron la bandera norteamericana (reprochable proceder que dista del sentir y accionar de la comunidad cubana en EEUU). Nada justifica mancillar el símbolo sagrado de otro pueblo (menos aún del que te acoge con amor). La bandera de cualquier nación merece el mismo respeto que profesas a la tuya. Porque es emblema espiritual del pueblo, y nunca será propiedad exclusiva de ningún gobierno ni juez.

Deja un comentario