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Por Max Astudillo ()
La Habana.- Acabo de leer un cable fechado en Tiflis, la capital georgiana, que dice que al ex primer ministro de aquel país, Giorgi Gajaria, lo recibieron en el aeropuerto de la capital, tras su retorno de Múnich, con andanadas de huevos, y no pude menos que pensar que los georgianos están locos. ¿Cómo se les ocurre tirar huevos?
Gajaria asistió a la Conferencia de Seguridad de Múnich, pero, al parecer, eso no le agradó a sus detractores, quienes lo esperaron a huevazos, lo cual le provocó una fractura de nariz y una conmoción cerebral.
El político tuvo que ser hospitalizado y el ministerio del Interior del país abrió una investigación.
El hecho, sin embargo, me recordó los tiempos en los cuales en Cuba les tiraban huevos a los que estaban contra el gobierno, o a los que decidieron irse del país por el puerto de El Mariel, en 1980, posteriores a los sucesos de la embajada del Perú, donde se asilaron miles de cubanos.
Cuando aquello, lo recuerdo bien, porque la vecina mía era la presidenta del CDR y a su casa llegaban los cartones de huevos para atacar a los que se iban, todo se resolvía con hueos y golpes.
Una mañana, antes de salir para la Universidad, sentí que un camión se detuvo frente a mi casa y al asomarme vi a Caridad, la presidenta del CDR recibiendo cajas de huevos, que bajaban del vehículo.
Eran unas cinco cajas de madera, grandes, que debían tener, entre todas, como 200 cartones de huevos, o más. Cuando el camión se fue, Caridad miró a un lado y otro y guardó varios cartones y luego se quedó custodiando los otros para entregárselos a los que los lanzarían a aquel día.
Yo seguí mi camino a la Universidad. Y solo volví casi a la noche, luego de dar una vuelta por Coppelia después de terminar las clases e irme a jugar dominó donde unos amigos. Cuando regresé solo estaban los cajones de madera vacíos en el portal. Aquel día, según escuché a Caridad después, les lanzaron cientos de huevos a Enrique, el que era ambulanciero y vivía en la esquina, porque se quería ir para Estados Unidos.
Enrique vive ahora por España. Se fue a Estados Unidos despues de los huevazos. Se las arregló para que la turba enardecida no golpeara a su esposa y a sus dos hijas, y desapareció de Cuba. Muchos años después me lo encontré un día a la salida del Focsa. Estaba de visita, porque la madre había enfermado y vino a verla y a cuidarla unos días.
Me abrazo con cariño, me contó de su vida en España, a donde se había mudado, de las hijas, de los nietos y me preguntó si Caridad aún vivía donde mismo. Le dije que sí y me acompañó a casa.
Nos tomamos un café, hablamos de muchas cosas y me pidió que fuera testigo de su encuentro con Caridad.
Me quedé en mi portal mientras él tocaba su puerta. Cuando ella abrió no lo reconoció. Habían pasado muchos años y era normal que no lo reconociera. Pero cuando él le dijo que era Enrique, el ambulanciero, ella lo abrazo con espontaneidad y le pidió perdón.
-Me mandaron a tirarte huevos y lo hice. Me arrepiento una y mil veces y que Dios me lo cobre siempre.
Enrique la sujetó, le puso la mano por el hombro y le dijo que se lo agradecía, porque fue lo que lo impulsó a dejar Cuba para siempre.
Antes de marcharse, Enrique le dio un billete de 100 dólares a mi madre para que se lo diera a Caridad.
-No quiero dárselo en persona para que no piense que es una humillación, pero se ve que está mal.
Para entonces los huevos estaban caros y ya Caridad, abandonada por todos, hasta por sus hijos, la pasaba mal. Murió cuando el covid, en un improvisado hospital, alejada de todo y de todos, tal vez con la necesidad de un huevo como los que le tiró a Enrique.
Ahora, con el lanzamiento de huevos al expremier georgiano, me acuerdo de uno de los capítulos más negros y odiosos de la historia de Cuba. Cosas de la vida.