Por Ramón García Guerra
La Habana.- ¿Debemos de rechazar las formas de participación política instituidas evitando caer en la trampa tendida por el régimen? Frente a esa disyuntiva creo que la alternativa es jugar por dentro y por fuera del sistema. Pongamos a debate la estrategia a aplicar en la lucha contra el castrismo.
Pienso en un caso en concreto, hablo del referendo de 2019.
Sucede que casi el 16% de padrón electoral se abstuvo en la votación de la Constitución de 2019, superando al voto negativo de la oposición; mientras que la mitad del voto positivo era antisistema -esto es, contrario al sistema que se estableció en la era soviética-.
Infiero el dato del voto antisistema a partir de las modificaciones que se le hicieron al ante proyecto (60% del articulado) que se redactó como reforma a la Constitución de 1976. Incluso el voto antisistema se debe de entender como un espaldarazo a la opción socialista.
Significa que tiene razón quien dice que es una pésima estrategia ceder terreno al castrismo de verso (oficialista) y de reverso (opositor), así como es cierto que participar del juego político del régimen se paga con la pérdida de la autonomía de la sociedad.
Sabemos que es sólida esa autonomía. La diáspora es el 24% de los cubanos, en la economía de remesas participa el 60% de la población, el 35% del empleo y el 46% del comercio minorista se debe a las formas no estatales. Debemos de capitalizar esa autonomía.
Juguemos por dentro y por fuera para no quedar atrapados.
Partiendo de los resultados del referendo de 2019 se podría articular un movimiento cívico popular cuyo activismo estaría centrado en el catálogo de derechos de la Constitución, así como su misión sería contestar al blindaje que se ha dado el régimen con el plan legislativo.
