Por René Fidel González García
Santiago de Cuba.- El miedo a que intentar salir de nuestro infierno nos conducirá a otro aún peor es fundamentalmente eso: miedo.
Preciso es derrotarlo, porque la única forma de abrirnos paso de donde estamos es precisamente atravesando ese territorio hostil y paralizante, engañoso, que es el miedo, nuestro miedo.
No es que elijamos quedarnos solos como algunos creen, es que intentar esa marcha es siempre una decisión que nadie podrá tomar, ni hacer por ti.
Atravesar cualquier infierno es siempre también experimentar la terrible soledad de los que aprendieron a mirar adelante para reconocerse en un tiempo por venir, en las posibilidades de abrir y expandir las oportunidades de la esperanza, en el compromiso con la áspera belleza de la plenitud del que enfrenta su destino.
No entendieron que nunca se trató de que nos abrazábamos, tampoco de los silencios que hacíamos cuando volvíamos a encontrarnos. No entendieron que teníamos un propósito.
La rebelión no empezó cuando comprendimos que esos abrazos y esos silencios eran el lenguaje con el que nos traíamos noticias del futuro, de la certeza de la bondad, lo hizo cuando los demás empezaron a creer en ella.
Están derrotados, pero nosotros aún vivimos en lo que ellos creen es su victoria.
