
Newsletter Subscribe
Enter your email address below and subscribe to our newsletter
Por Ulysses Pereira ()
Toronto.- Acabo de escuchar una canción completa de Taylor Swift por primera vez, solo para calibrar el grado de decadencia espiritual de ciertas personas.
Como es natural dejo fuera el elemento del gusto ya que para gustos se han hecho colores, como bien y completamente ejemplifica que un absurdo como Bad Bunny se haya convertido en millonario con miles de «discos vendidos», lo cual es un sofisma ya que en la actualidad nadie «vende discos».
Taylor Swift es otro sofisma, melodías simplonas, cercanas al country elaboradas para (sobre todo) adolescentes con algún que otro desvarío emocional provocado por un desamor o un rechazo.
Pero lo más notable es su voz ásperamente desnuda, tanto que es un insulto a los oídos.
Sin lugar a dudas.
Hay voces ásperas, como la de Joe Cocker, o la de Macy Gray, pero, en esos casos, se compensa con la bomba y el estilo. Taylor Swift es uno de los mayores fraudes musicales de todos los tiempos.
Ni siquiera Britney Spears se le acerca en la mentira y en la simulación artística.
Y me pregunto, cómo es posible que la gente pague por ver semejante bulo.
Yo sé, tengo mis respuestas, pero siempre la contemplación de la estupidez trae consigo perplejidad y asombro.