¡SOOO CUBANO, SOOOOO!; TIENTA PASO QUE VIENE PRECIPICIO

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Por Carlos Cabrera Pérez

Majadahonda.- El inobjetable triunfo democrático de Donald Trump ha revitalizado las ansias de muchos cubanos de ver caer a la dictadura más vieja de Occidente, en una reedición de la pasión «Este es el hombre», como si el presidente de Estados Unidos tuviera que resolver la tragedia cubana; aunque su decisión de desclasificar los archivos sobre el asesinato de Kennedy sería propicio para un encuentro bilateral de alto nivel.

La anunciada designación de Marco Rubio como probable secretario de Estado, que deberá ser confirmada por el presidente y luego refrendada en el Senado con una mayoría calificada, ha avivado la llama anticastrista, como si un hijo de cubanos debiera coronar su exitosa carrera política con el derrocamiento del tardocastrismo.

¡Ahora es cuando es, el colorao les pondrá la caña a tres trozos, Limonardo no le aguanta un round a Trump, ahora sí que se le puso la cosa licra a esta gente!, son algunas de las pasiones que estos días pasan por las sufridas cabezas de muchos cubanos, en su deseo de ver libre y próspera a la patria.

Cuba carece de relevancia geopolítica regional y, por mucho que duela, no está entre las prioridades de la administración Trump, que deberá centrarse en la tarea de reforzar el pluralismo político, alejado de toda doctrina totalitaria, conseguir que la buena marcha de la macroeconomía se sienta en los bolsillos de los estadounidenses y afrontar los retos migratorios, un plan desestabilizador orquestado por el socialismo del siglo XXI contra la seguridad nacional estadounidense, y los conflictos internacionales que afectan intereses de Estados Unidos, sin reasumir su papel de gendarme mundial.

Hasta el momento, Trump no se ha pronunciado sobre los encuentros bilaterales que se vienen celebrando mensualmente desde 1984, en el entorno de la Base Naval de Guantánamo ni sobre los convenios de cooperación migratoria, ante desastres naturales y meteorología.

La anunciada decisión de Trump de desclasificar los archivos sobre el asesinato de John F. Kennedy, podría propiciar un encuentro bilateral de relieve mundial porque La Habana también guarda material clasificado y, ambos gobiernos, podrían reeditar su reunión bilateral sobre la Crisis de Octubre. Si se produjera el encuentro, sería una oportunidad para saber por ejemplo, qué hacia el hoy general retirado Fabián Escalante en Estados Unidos, el 22 de noviembre de 1963.

Y, si Raúl Castro lo autoriza, conocer la versión cubana de los encuentros secretos entre Fidel y el periodista francés Jean Daniel, enviado especial del presidente asesinado, con el propósito de recomponer la relación bilateral, tras el fracaso de la invasión por Playa Girón.

Juan Arcocha, traductor de francés en aquellos años del comandante en jefe y muerto en su exilio francés, no dejó testimonio público sobre las dos reuniones, cuando estando en la segunda, llegó la noticia del magnicidio de Dallas; circunstancia que varió el tono y el contenido de la entrevista, según contó Daniels en sus memorias.

La Habana guarda a cal y canto sus archivos sobre el asesinato del 35 presidente de Estados Unidos y de las aventura africana y suicidio en Bolivia de Ernesto Guevara, pese a que han pasado 61 y 57 años; respectivamente.

En política, y especialmente en coyunturas desgarradoras, lo más sensato consiste en no construir castillos en el aire y asumir que Estados Unidos puede ser el mejor aliado de la causa democrática cubana, pero no la dinamita que detenga el genocidio que sufre el pueblo cubano, que debe asumir su responsabilidad, como ya lo hizo en 1980, 1994 y 2021.

El castrismo solo introdujo reformas económicas parciales, tras los episodios de Mariel y el Maleconazo y tiró a la basura sus Lineamientos, tras el aldabonazo popular del 11J, cuando el miedo cambió de casa. Una de las claves de la depauperación y parálisis de Cuba es el temor del actual gobierno anticubano a asumir reformas que modifiquen las bases del sistema totalitario y ellos se vayan a bolina.

Para negociar con Estados Unidos, La Habana ofrecerá la liberación con destierro de los casi mil presos políticos, en su eterno chantaje y contradicción mentirosa, la doctrina oficial establece que en Cuba no hay presos políticos, solo mercenarios al servicio del imperialismo; los mismo que pretende usar como moneda de cambio en sus negociaciones con Estados Unidos y Europa.

Resulta desolador que, tras 65 años de una revolución de, por y para los humildes haya degenerado en una cárcel hambrienta, que solo puede ofrecer presos a cambio de que los saquen de la lista de países patrocinadores del terrorismo, un estigma que la administración Biden mantuvo, pese a presiones de países hispanoamericanos, europeos y los gusañeros, que llevan días más callados que las putas en Cuaresma, tras vivir un fantasioso carnaval de Yes, we can; desconociendo que en política, como en el amor, segundas partes casi nunca son buenas.

La suplantación de la realidad con entusiasmo y pasión desmedida es un viejo vicio cubano que influye hasta en el lenguaje coloquial de casi todos y al margen de la filia o fobia política que practiquen. De tales invenciones, vienen expresiones carentes de realismo como los cubanos somos lo máximo; ¿en qué?, o esa muletilla presidencial de esta saldremos, como hemos salido de otras… No jodas, Díaz, como diría Ramiro Valdés.

Una sociedad que nombra mal las cosas está en plena decadencia y los buenos deseos no bastan para superar traumas, que exigen un trabajo dedicado y de años porque el trastorno de Cuba no se supera con técnicas conductistas, sino que el psiquiátrico flotante en que el comunismo de compadres convirtió a Cuba pide a gritos urgente terapia de psicoanálisis.

Pero esta vez, el brinco será cortico porque el gobierno cubano tiene todo en contra y nada a favor; durante el mandato de Díaz-Canel solo han crecido la represión, la pobreza y la desigualdad y sus interlocutores ya han dejado claro que la liberación de los reos de conciencia será incondicional o no será.

El tiempo tampoco corre a su favor porque gobernar, contrario a lo que verbalizan el presidente y su banda, no es resistir, sino trabajar en favor de las mayorías, resolver problemas y generar un marco de creación de riqueza y justicia social. El tiempo de las dilaciones y la baba sin quimbombó ya pasó.

Fidel Castro, que es el principal culpable del destrozo de Cuba; Díaz-Canel solo se sacó la rifa del guanajo, contó con el dinero soviético y el apoyo suicida y masivo de la mayoría de los damnificados, que aplaudían rabosamente cada ocurrencia del Mesías totalitario.

El karma cubano de la segunda mitad del siglo XX es rico en ecos deleznables: ¡Paredón, Mercenarios, Fidel, dinos que otra cosa tenemos que hacer, si Fidel es comunista, que me apunten en la lista, Escoria, no los queremos, no los necesitamos y Paloquesea, Fidel, paloquesea! Solo el nazismo, que subió al poder por el voto mayoritario de los alemanes frustrados con la ineficaz República de Weimar, superó al castrismo en propaganda eficaz, pero duró mucho menos que la desventura cubana.

Durante su primer mandato presidencial, Trump combinó el palo con la zanahoria, anunció un reforzamiento de las sanciones y tendió la mano, a cambio de tres avances de La Habana: libertad plena para la empresa privada, extender el servicio de internet, sin excesivos filtros, a la sociedad y cambiar la nominación tutelada de Delegados y Diputados del Poder Popular por un mecanismo que abriera el proceso a más de una opción, pero que fuera aceptable para la casta verde oliva y enguayaberada, que se enrocó y dijo, Niet, tovarich Donald.

Un quinquenio después, los Piratas del Caribe afrontarán a un reforzado Trump con más miedo que vergüenza y con el rechazo creciente de muchos cubanos, que no se sienten representados por mediocres carceleros, incapaces de garantizar servicios básicos, que han dolarizado la venta de alimentos y medicinas y siguen construyendo activos inmobiliarios de lujo a costa del martirio de un pueblo noble que tiende a enjugar los reveses con pasiones desbordadas.

 

 

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