
Newsletter Subscribe
Enter your email address below and subscribe to our newsletter
Por Rafael Muñoz ()
Berlín.- Que Díaz-Canel es un singao, nadie lo discute. Por eso, no hace falta inventarse males o echarle más tierra encima.
Soy arquitecto hace 35 años, de ellos 18 construyendo hoteles en Cuba y en el extranjero. Por experiencia digo que ni por equivocación esos hoteles han costado eso.
Para que se tenga una idea, en este momento tengo sobre mi mesa el proyecto para un hotel de alto standard en la ciudad de Berlín. Un edificio de 35 plantas y 118 metros de altura (la torre K tiene 154) cuya estructura rebasa ampliamente en complejidad a la torre K, utilizando los materiales más caros y futuristas de la actualidad y construido con mano de obra alemana, una de las más caras del mundo. Así y todo, se mueve en un entorno entre 150 a 180 millones de euros.
La caja de zapato llamada Torre K, con sus cristales baratos, su estructura cincuentera, construida con mano de obra con salario de esclavo no llega a los 120 millones ni aunque roben a manos llenas.
La construcción de una habitación de cinco estrellas en Cuba costaba 160 mil dólares en 2022. Incluso teniendo en cuenta la inflación y la subida de precios de materiales a nivel mundial después del Covid y las guerras de Ucrania y Oriente Medio, eso supone un costo de entre 90 y 100 millones de euros.
Hay que tener en cuenta que el hotel se comenzó a construir en 2018. Para cuando apareció la pandemia ya gran parte de los materiales estaban contratados y colocados.
He construido y he tenido en mis manos presupuestos de hoteles construidos en Cuba, he participado en licitaciones de materiales para hoteles en Cuba. Se roba y se roba mucho, pero no hay manera de que una construcción hecha por una compañía extranjera cuadruplique el presupuesto. Esos datos no tienen ni pies ni cabeza y solo demeritan la crítica.
Construir hoteles en Cuba hoy debe ser considerado un acto de alta traición y como tal el gobierno cubano, comenzando por Díaz-Canel deberán ser llevados a los tribunales y con suerte ejecutados (yo no tengo problemas con la pena de muerte para quien la merece). Da lo mismo si el hotel costó 100 dólares o cien millones, el delito es autorizar la construcción de hoteles a empresas extranjeras antes que invertir en la agricultura, la educación, la medicina, la vivienda.
Delito es autorizar la continuidad de las obras cuando ocho mil cubanos morían por falta de medicinas y ambulancias en medio de la Pandemia. Delito es autorizar la represión ante las cámaras. Doce millones de cubanos oyeron sus palabras: «la orden de combate está dada».
Exagerar los datos solo hace poco creíble la acusación.
Diaz-Canel ha traicionado muy duro, él solo se ha puesto la soga de la historia al cuello.