Cuando Alarico y su ejército dejaron Roma, cargados con el botín de la ciudad y de sus saqueos por Europa, se dirigieron hacia el sur, con la intención de migrar a África del Norte. Pero en el camino, Alarico cayó enfermo, posiblemente de malaria. Murió cerca de la actual ciudad italiana de Cosenza, a una edad de entre 35 y 40 años.

Tras su muerte, los leales seguidores de Alarico procedieron a enterrarlo. Por supuesto, como era apropiado para un jefe de su estatus, Alarico sería enterrado con un gran tesoro: un atractivo cebo para los ladrones de tumbas. Así que, para proteger el lugar de la tumba, los visigodos represaron y desviaron el río Busento, colocaron el cuerpo de Alarico en una tumba de piedra a veinticinco pies por debajo del lecho del río y luego redirigieron el río de nuevo a su cauce normal.

Según relatos contemporáneos, dentro de la tumba, junto al cuerpo de Alarico, los visigodos dejaron tesoros romanos y hasta 25 toneladas de oro. Una vez terminado el proyecto, los visigodos ejecutaron a los esclavos que habían realizado el trabajo, para mantener en secreto la ubicación exacta de la tumba.

A lo largo de la historia, arqueólogos y cazadores de tesoros han buscado a Alarico y su tesoro (estimado en más de mil millones de dólares en la actualidad). Entre quienes han intentado (y fracasado) en encontrar la tumba se encuentran Alejandro Dumas y Heinrich Himmler.

En 2015, funcionarios de Cosenza lanzaron una importante iniciativa para encontrar la tumba, utilizando un equipo internacional de investigadores y técnicas sofisticadas como el radar de penetración terrestre. Pero, lamentablemente, hasta ahora sus esfuerzos han sido infructuosos y Alarico y su tesoro permanecen intactos.

La imagen es una ilustración de 1895 del entierro de Alarico, realizada por Heinrich Leutemann.