Por Manuel Viera ()
La Habana.- Señor Presidente, le escribo no solo como ciudadano, sino como portavoz del clamor de un pueblo que ya no puede más. Han pasado demasiados años de promesas incumplidas y consignas vacías que, con cada repetición, suenan más huecas y alejadas de nuestra realidad. Vivimos atrapados en un ciclo de desesperanza, mientras las condiciones de vida se deterioran cada vez más.
Cuba enfrenta hoy una situación insostenible. La escasez de alimentos es apenas uno de los muchos problemas que afectan a la población. La falta de productos básicos ha convertido la vida cotidiana en una lucha constante, con colas interminables y mercados desabastecidos que no hacen más que agravar el sufrimiento. Los apagones son otra tortura diaria que, más allá de las molestias, representan la oscuridad literal y figurativa en la que vive sumido nuestro país. Y lo que es aún peor: la escasez de agua, un recurso tan elemental, deja a miles de familias sin acceso a un servicio básico, forzándolas a buscar soluciones precarias para sobrevivir.
La situación del sistema de salud es igualmente grave. La falta de medicamentos hace que enfermedades que en otras partes del mundo son fácilmente tratables se conviertan en amenazas para la vida de los cubanos. La atención médica que un día fue el orgullo de nuestro país, ahora se encuentra colapsada por falta de recursos y por el éxodo de profesionales que, como tantos otros, han abandonado la isla en busca de una vida mejor.
A todo esto, se suma el estado ruinoso de nuestras infraestructuras. Las carreteras están en condiciones deplorables, llenas de huecos y peligrosas. Las viviendas se desmoronan, y cada vez más cubanos viven en edificaciones que no ofrecen seguridad ni dignidad. En nuestros barrios, la basura se ha convertido en parte del paisaje. Las calles están invadidas por desechos y el olor de la descomposición es constante, como si toda la isla se estuviera hundiendo en un gran basurero. Mientras tanto, las autoridades hacen poco o nada por resolver esta crisis de salubridad que amenaza la salud de todos.
La crisis del transporte, por su parte, es un reflejo del colapso de los servicios públicos. El transporte ha pasado casi completamente al sector privado, con soluciones improvisadas e inseguras. Camiones diseñados para carga pesada o transporte de animales son utilizados para trasladar a personas, sin la más mínima seguridad para los pasajeros. Y, por si fuera poco, los precios elevados de estos transportes hacen que el simple acto de moverse dentro del país sea inaccesible para la inmensa mayoría.
Además, el discurso oficial sigue insistiendo en el bloqueo de Estados Unidos como la justificación de todos los males de la isla. Sin embargo, señor Presidente, el verdadero bloqueo que sufre el pueblo cubano es interno. Hoy en día, miles de autos nuevos llegan para el turismo, o para la venta en monedas que ningún cubano de a pie puede ganar, por solo poner un ejemplo. Si existiera un bloqueo real, ¿Cómo es posible que Mipymes puedan importar cualquier tipo de productos para sus negocios? No hay bloqueo, señor Presidente. El bloqueo es un pretexto que ha servido para encubrir la mala gestión y la corrupción interna, mientras el pueblo sigue sufriendo.
Usted, señor Presidente, habló en su discurso de fin de año de 2023 sobre la necesidad de «cambiar lo que deba ser cambiado». Sin embargo, este pueblo ha perdido la pasión y la alegría que usted mencionó. Lo que debe ser cambiado no son pequeños ajustes o reformas superficiales. Lo que debe ser cambiado es un sistema fallido, un proyecto que ya fracasó y que solo se mantiene a través de la censura, la represión y la imposición de una realidad en la que ya nadie cree.
El cubano ama a su país, sí, pero quiere una Cuba libre. Libre de corrupción, libre de promesas vacías, libre de la opresión que ha caracterizado más de seis décadas de gobierno. Su proyecto ha fracasado. El pueblo cubano ya no soporta más, no quiere escuchar más consignas o discursos cargados de esperanza ficticia. Este pueblo merece libertad. La historia no perdonará a aquellos que, sabiendo que el cambio es inevitable, decidan resistirse a él.
Lo que debe cambiar, señor Díaz-Canel, es la estructura misma del poder en Cuba. Ya es hora de un cambio real, un cambio que permita a los cubanos vivir con dignidad, con oportunidades, con el futuro que merecen. Este pueblo está cansado. No soporta más miseria, ni más represión, ni más censura. No quiere seguir viviendo en un país que se desmorona, mientras sus dirigentes viven alejados de la realidad.
Cuba merece libertad, y usted lo sabe. El clamor de este pueblo, que durante demasiado tiempo ha sido silenciado, se ha vuelto ensordecedor. La solución ya no pasa por las promesas. La solución pasa por dar un paso al costado y permitir que el pueblo cubano tome las riendas de su propio destino.
Con la claridad de quien sabe que el pueblo no lo eligió para el cargo que hoy ostenta, pero con la firmeza y dignidad de un pueblo que ya no tiene más que perder,
Un cubano que anhela ver a su país libre.