Por Jorge Sotero ()
La Habana.- Juro que no he visto, en mis 47 años de vida, una promoción de trabajo para que alguien vaya a sembrar frijoles, ordeñar vacas, cortar caña, cosechar plátanos o yuca, o para criar cerdos en ninguna parte, a pesar de que esas son las grandes prioridades que debería tener este país, porque sin alimentos no hay vida, por más que necesites otras cosas, que tampoco tenemos.
No importa que no haya azúcar, que tampoco arroz, o que la carne de cerdo sea un sueño pasado para algunos y un anhelo para otros. De la leche no quiero hablar, y mucho menos de otras cosas tan importantes para la vida, a las cuales los gobernantes cubanos no le prestan atención, porque ellos sí las tienen resueltas.
Sin embargo, me encuentro en las redes un anuncio que dice que en el edificio del ICRT hay ofertas de trabajo para monitoreo en televisión, radio y redes sociales, con los siguientes requisitos: el trabajo será presencial, hay que tener 18 años o más, conocimientos básicos en Excel y Word, dominio de las redes sociales y nivel medio superior.
Aclaran que se trabajará en turnos de guardia de 24 horas por 72 de descanso y que el salario será de entre 10 mil y 14 mil pesos cubanos, en dependencia del desempeño y los turnos, y deja un número de teléfono para contactar por Whatsapp, el +53 59926196.
En primer lugar quiero aclarar que ese salario duplica o triplica el que recibe un periodista, incluso un director de medio de prensa, lo mismo que el de un médico, o cualquier otro profesional, y para estos, sin tener títulos universitarios, les ofrecen esos emolumentos.
¿Pero saben por qué? Porque quienes se presenten para estas labores serán las clarias del ICRT, los encargados de «combatir» en redes sociales, los que responderán los comentarios que hagan otros, cuestionando lo que es justo cuestionar. Estos serán los que salgan a decirle a uno u otro que están pagados por el imperio, o a preguntarles quién les paga. Y a ellos les pagarán bien, tanto que ganarán hasta tres veces lo que reciben (oficialmente) sus propios jefes.
¿Qué le importa al castrismo y al Díaz-Canel de turno que no haya comida para la población, o que se roben los plátanos en Cumanayagua, o que asesinen a un vigilante en Santiago de Cuba, o a un niño para robarle un teléfono en Holguín? ¿Qué le interesa que no haya comida, que la masa ganadera decrezca a pasos agigantados, que la leche sea un lujo, que el pan sea más difícil de encontrarlo que en San Petersburgo cuando el bloqueo de 900 días por la Segunda Guerra Mundial?
¿Qué les importa que no haya transporte, si se mueven en cómodos autos de lujo o en jets modernos? Si las casas caen encima de la cabeza de sus moradores, tampoco les interesa. Si no hay café no es su problema, porque a ellos solo les preocupa las redes sociales, que en esos sitios donde los cubanos escriben lo que sienten, siempre haya alguien dispuesto a «combatir» del lado de la revolución, como siguen llamando al degradado proceso que se inició en 1959 y que terminó por hundir a la isla.
Ya no se miden. Solo les faltó poner en el anuncio: «Convocatoria para ciberclarias».
¡Qué país!