¿QUÉ ESPECIE HUMANA FUE LA PRIMERA EN ENTERRAR A SUS MUERTOS?

CURIOSIDADES¿QUÉ ESPECIE HUMANA FUE LA PRIMERA EN ENTERRAR A SUS MUERTOS?

Tomado de MUY Interesante

El acto de enterrar a los muertos, más allá de una función práctica o sanitaria, simboliza una búsqueda eterna de significado.

Madrid.- Desde tiempos inmemoriales, el acto de enterrar a los muertos ha sido una constante en muchas culturas alrededor del mundo, reflejo del respeto y el amor hacia los que se han ido, y una profunda conexión espiritual con el más allá. Esta práctica es a menudo considerada una de las primeras manifestaciones de comportamiento cultural y religioso en la humanidad. Nos lleva a preguntarnos sobre los orígenes de nuestras tradiciones más ancestrales y, en particular, sobre el momento crucial en que nuestros antepasados decidieron por primera vez dar sepultura a sus muertos. ¿Quién fue el primer ser humano que enterró a otro? Esta pregunta destapa capas de nuestra historia evolutiva y nos conecta con esas primeras expresiones de humanidad y civilización, abriendo una ventana a la comprensión de nuestro propio ser.

Recreación de ritual funerario en la prehistoria

Recreación de ritual funerario en la prehistoriaFran Navarro / Midjourney

Los primeros enterramientos de la historia

Los neandertales muestran indicios de enterramientos humanos totalmente extendidos entre su especie. Hace más de 40 000 años, ya mostraban una complejidad cultural sorprendente. Los hallazgos en cuevas europeas revelaron restos neandertales dispuestos con intención, a menudo acompañados de ofrendas como flores y herramientas, sugiriendo un sentido de la espiritualidad y el más allá. Estos actos demuestran un respeto por los muertos y una compleja estructura social y emocional.

En un descubrimiento aún más revolucionario, los restos de Homo naledi, encontrados en la profunda y oscura cueva de Rising Star en Sudáfrica, plantearon cuestiones sobre la capacidad cognitiva de nuestros antepasados. Con cerebros no mucho mayores que una naranja, estos homínidos practicaron enterramientos sistemáticos hace aproximadamente 300 000 años según una investigación, lo que desafía las nociones preconcebidas sobre la correlación entre el tamaño del cerebro y comportamientos avanzados.

El caso más conmovedor es, quizás, el del niño conocido como «Mtoto», cuyo cuerpo fue cuidadosamente colocado en posición fetal y cubierto con un manto hace 78 000 años en África. Este ritual, el más antiguo conocido hasta la fecha con una postura específica del cuerpo, destaca por su antigüedad y por la ternura y el cuidado implicados, ofreciendo una perspectiva conmovedora sobre cómo nuestros ancestros afrontaban la muerte y honraban a sus seres queridos. Estos primeros enterramientos reflejan un sentido de conexión y continuidad, elementos fundamentales de la experiencia humana.

Ilustración que recrea el enterramiento del niño Mtoto

Ilustración que recrea el enterramiento del niño MtotoFernando Fueyo / Fundación Atapuerca

Un rito cada vez más complejo

A medida que las civilizaciones humanas evolucionaron, también lo hicieron las prácticas de enterramiento, transformándose de simples sepulturas a complejos rituales que reflejan una creciente diversificación de creencias y estructuras sociales. En el antiguo Egipto, por ejemplo, los enterramientos se convirtieron en una elaborada preparación para la vida después de la muerte, con la momificación y la inclusión de ajuares funerarios que muestran un intrincado sistema de creencias sobre el más allá y la inmortalidad del alma.

En Mesopotamia, los muertos eran a menudo enterrados bajo las casas de sus familias, una práctica que subraya la proximidad y el respeto continuo por los ancestros, considerados protectores del hogar. Este enfoque doméstico del enterramiento reforzaba la importancia de la familia y la comunidad en la estructura social mesopotámica.

Mientras tanto, en la Patagonia, los enterramientos indígenas a menudo incluían canoas, simbolizando el viaje del alma al más allá, una práctica paralela a la de los vikingos en Europa, quienes también utilizaban barcos en sus rituales fúnebres. Estas similitudes subrayan cómo diferentes culturas, separadas por enormes distancias geográficas, pueden llegar a conclusiones espirituales y rituales similares de manera independiente.

En Escocia e Irlanda, los dólmenes y monumentos megalíticos no solo servían como lugares de enterramiento, sino también como centros ceremoniales, destacando la función dual de estos sitios como espacios de memoria y celebración comunitaria.

Estas evoluciones en las prácticas de enterramiento muestran cambios en las técnicas y en los ritos asociados a la muerte, transformaciones en las creencias religiosas y en la estructura social de cada cultura, documentando el desarrollo humano en su relación con lo sagrado y lo comunitario.

Esqueleto de 'Homo naledi'

Esqueleto de ‘Homo naledi’Lee Roger Berger / Wikimedia

El caso del ‘Homo naledi’

El descubrimiento de Homo naledi en el sistema de cuevas de Rising Star en Sudáfrica revolucionó nuestro conocimiento acerca de los comportamientos funerarios en homínidos con cerebros relativamente pequeños. Los restos de este homínido, que datan de entre 335 000 y 241 000 años atrás, sugieren prácticas de enterramiento deliberado, desafiando la noción de que solo los homínidos con cerebros grandes como los neandertales u Homo sapiens practicaban rituales funerarios.

Este hallazgo fue inicialmente recibido con escepticismo. Algunos científicos cuestionaron si los restos habían sido arrastrados al lugar por causas naturales como el agua o depredadores. Sin embargo, la evidencia de que los cuerpos fueron depositados intencionalmente en cámaras subterráneas, accesibles solo a través de pasajes estrechos y verticales, ha fortalecido la hipótesis de enterramientos intencionados.

La investigación sobre Homo naledi ha generado debates significativos en la comunidad científica, impulsando nuevas teorías sobre la evolución de la cognición y la cultura en homínidos, y cómo estas podrían haber sido independientes del tamaño del cerebro. Este caso subraya que los comportamientos complejos, como el enterramiento deliberado, podrían ser más antiguos y generalizados de lo previamente considerado.

Primitivos, pero no tontos

Los antiguos enterramientos, desde los neandertales hasta Homo naledi, nos revelan prácticas culturales profundamente arraigadas y una cognición avanzada en nuestros ancestros. Estos rituales indican una comprensión de la muerte que trasciende la mera supervivencia, apuntando a conceptos de memoria, duelo y posiblemente incluso de esperanza en una existencia más allá de la vida terrenal. Esta capacidad para conceptualizar ideas abstractas como el más allá sugiere una riqueza en la vida mental de estas especies que antes se subestimaba.

Los descubrimientos de enterramientos realizados por especies con cerebros más pequeños rompen la idea tradicional que asocia un mayor tamaño cerebral con una mayor capacidad cognitiva. Estas prácticas demuestran que la complejidad del comportamiento social y ritual no depende exclusivamente del volumen cerebral, sino que también podría estar influenciada por la estructura social, las presiones ambientales y la evolución cultural. Estos hallazgos nos obligan a reconsiderar nuestros paradigmas sobre lo que significa ser «humano» y la diversidad de caminos evolutivos que nuestras especies ancestrales pudieron haber tomado.

Recreación de ritual funerario en la prehistoria

Recreación de ritual funerario en la prehistoriaFran Navarro / Midjourney

Los enterramientos, en sus múltiples formas a través de las épocas y culturas, ofrecen una manera directa de acercarnos a la comprensión de la humanidad y nuestras prácticas culturales. Estas ceremonias funerarias reflejan cómo nuestros ancestros enfrentaron la muerte y cómo valoraron la vida y el legado de sus seres queridos. El acto de enterrar a los muertos, más allá de una función práctica o sanitaria, simboliza una búsqueda eterna de significado, un esfuerzo por trascender la finalidad de la vida y mantener la conexión con aquellos que han partido.

Hoy, aunque las prácticas y creencias pueden variar, el núcleo de la tradición funeraria permanece: honrar a los muertos y procesar el duelo. Estos rituales continúan desempeñando un papel vital en nuestras sociedades, ayudándonos a afrontar la universalidad de la muerte y fortaleciendo nuestros lazos comunitarios. Así, los enterramientos no solo documentan la evolución de nuestras creencias, sino que también sostienen nuestra eterna búsqueda de consuelo y comprensión ante el misterio de la muerte.

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