Por Gretell Lobelle
La Habana.- Me he percatado de estar bloqueada en muros. Es mi oficio y no me son indiferentes las personas. Imagino esto ocurrió motivados por lo que escribo y puede molestar. Consiente estoy de que por algo que hice, no. Soy demasiado presente en mi obrar y en estos lares son muy pocos los que rozo en vida desde mi cuerpo físico.
Entiendo perfectamente, debe ser muy doloroso no tener nada que hacer, no tener propósito. Terrible creer que la vida se reduce a esta plataforma, y que la sintaxis de los demás en sus textos, sus puntos de vista, sean tus motivo de burla, de dolor, de bloqueo.
Lo preocupante de todo esto es esa necesidad absurda de imponer una visión de la vida, como si la vida no fuera plural, diversa, maravillosa en su misterio.
Facebook me pone de golpe ante el hecho que tenemos que seguir trabajando el ego y el desapego. Aún sigo preguntándome por el comportamiento de los demás, cuando cada individuo tiene el derecho a ser, expresarse y no tiene nada que ver con otro que no sea él mismo .
Tengo que trabajar en mi falta de flexibilidad para entender cómo, aún alejándose mucha gente de Cuba, con sus parejas, felices según Facebook, en una nueva vida, sus vidas se centren en el veneno y la desidia ante actos que ni le rozan. Tengo que trabajar mi sensación de pena, nadie es superior al otro como para sentirla.
Facebook es un depósito ilusorio de lamentos, alegrías y tristezas. En cada publicación y comentario que nos moleste, debemos ver un espejo. La letra es un acto objetivo de expresión de todo pensamiento. Eso, solo eso, y nada más. Sin las acciones, sin los resultados, no se mide la verdadera esencia de un individuo.
Me abrazo por cada lágrima, sudor en disciplina que estoy invirtiendo en mi propósito. No hay otro sentido que ser bueno y tener una mente flexible. Cuando el día va cediendo, pienso en la infinita dicha que tengo en estos actos que despejan el camino. Gracias a esas energías y cuerpos sutiles en armonía que siempre nos quita todo aquello que resta, aún cuando no lo entendamos.
De nuestra vida se puede ir todo el que no quiera estar. No hay resentimiento, somos puros ciclos, vibraciones, espiral de energías y encuentros.
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