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LO PEQUEÑO PELIGROSO

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Por Laritza Camacho ()

La Habana.- Lo pequeño casi nunca es tenido en cuenta. Surge como una anomalía de lo acostumbrado y nadie repara en eso, al menos al principio.

Una mosca no molesta mucho si está solitaria. Casi nunca la gente sale a buscar la mierda lejana de donde viene la pequeña mosca, como turista barata, a donde todo está limpio aún. Sn embargo, la mosquita disfruta de la miel y el aceite, caga en el mostrador de los dulces y una vez harta, sale a contar al resto sobre el nuevo y rutilante lugar falto de mosca y mierda.

Después sucede que todas las moscas vienen llegando y se aclimatan y escoltan a los transeúntes que empiezan a botar los deshechos malolientes en la esquina porque mosca llama basura y nadie tiene la culpa de esa migración «alada».

Lo pequeño… que se bota, lo pequeño que se hace sin amor y sin calidad, lo pequeño que afecta a los demás pero no a mí y por eso no se menciona. El pequeño número arreglado en un submayor para tapar un pequeño robo y que cuadre la caja, lo pequeño torcido que se hace grande y costumbre.

Lo pequeño… que acusa siempre al otro, que encierra y priva de libertad a quien no miente, que oculta una negligencia, que no repara a tiempo, que convierte las palabras en discursos vacíos… lo pequeño como centésima que decide un escalafón sin valorar vocación y priva de la oportunidad a quién mejor lo haría.

El pequeño quejido de un enfermo cuando aún puede sanar, el primer pequeño beso que dejamos de dar a quien amamos porque ya la rutina no es tan pequeña. o el pequeño pájaro que matamos cuando aún no estaba en extinción su especie; el pequeño primer paso que no dimos hacia la libertad o hacia la meta de un sueño.

Lo pequeño peligroso que cuando logra crecer se sale de nuestras manos… eso pequeño peligroso que, al crecer, nos cae en la cabeza.

Matar siete de un golpe es difícil… pero aquella primera mosca a la que permitimos sobrevolar nuestra vida ha logrado, tan pequeña como es, que ahora tengamos la mierda al cuello.

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