La Habana.- Cuando Oscar Wilde murió en 1900 estaba en bancarrota. Fue su amigo Robert Ross, quien pudo obtener suficiente dinero vendiendo sus obras para comprar una tumba en el Cementerio de Père-Lachaise, donde fue trasladado nueve años después.
¿Y los besos?
En 1912, el escultor Jacob Epstein, creó una figura alada semejante a la Esfinge, esculpida en un bloque de piedra de 20 toneladas para su tumba.
Fue en 1999 cuando comenzó la singular costumbre de los besos. Pintarse los labios y fijarlos en la piedra se volvió una tradición.
El problema fue que la grasa de los lápices labiales dañaba el monumento, y a su vez, cada limpieza provocaba mayor erosión de la piedra.
Fue por eso que en 2011, se colocó una barrera de vidrio «antibesos» alrededor de la tumba, para evitar más daño.
El nieto de Wilde, durante la inauguración de la nueva protección comentó: «quizás algún día, cuando se pase la moda de besar a Oscar Wilde, puedan quitar la protección de cristal».
Algo difícil que ocurra, ya que ahora los besos se los dan al árbol plantado junto a su tumba.