Cuando no son las pelotas… son los bates

DEPORTIVASCuando no son las pelotas… son los bates

Por Fernando Clavero

La Habana.- De que en Cuba nada funciona -o casi- para no ser absoluto, muy pocos tienen dudas, y el béisbol se ha convertido en uno más. Y a los torneos domésticos, cuando no le falta una cosa, es otra. Incluso hasta la afición.

El año anterior, el torneo élite, uno más con nombre raro que inventaron después de la Serie Nacional con la intención de elevar la calidad, lo tuvieron que aplazar porque no habían llegado los uniformes, todo eso después de dar a conocer el calendario y de decir, a mandíbula batiente, que todo estaba listo y que la indumentaria llegaba desde el exterior, luego de un proceso de contratación con suministradores de no sé dónde.

Hace unos días, comenzaron a filtrar problemas con las pelotas. Que si se acabaron las que había, que estaban jugando con otras destinadas a las categorías inferiores, que el proveedor no había mandado las otras contratadas, y no sé cuántas cosas más.

Por último, se acabaron los bates. Un partido entre Cienfuegos y Sancti Spíritus tuvo que ser suspendido porque no había bates. Es algo increíble, tan difícil de creer en cualquier parte del mundo, pero no en Cuba, donde ya nada asombra a nadie. Y uno hasta lo ve normal.

Al final, el juego continuó, porque algunos de los peloteros tenían hasta tres bates que decidieron prestar al resto para que se acabara aquella comedia increíble. Y lo peor de todo eso fue que el partido lo transmitía la televisión, de lo contrario la mayoría no nos hubiéramos enterado jamás.

Hace unos días, Aliet Arzola, otrora cronista deportivo, ya arrepentido, al parecer, de haberse enrolado en esas lides, hacía pública en sus redes sociales una foto del Estadio Latioamericano vacío.

No era una imagen cualquiera, de un día de asueto, esos en los que en el llamado Coloso del Cerro solo vez algunas personas que trabajan en la Comisión Nacional y la Federación, que tienen sus sedes allí. No. Era un día de juego e Industriales estaba en el terreno.

Jamás vi eso en mi vida. En los peores tiempos para el deporte en Cuba, aquellos en la década de los noventa, en los que se jugaba a las 10.30 de la mañana, siempre estaba al menos la gradería de tercera llena. Y ahora, según Aliet, apenas se podían contar 100 personas, entre personal de prensa, familiares de los peloteros y federativos.

La pelota en Cuba se murió. Y no lo hizo sola: la mataron los que dirigen, las políticas erradas a todos los niveles, que terminaron por sepultar la pasión de los cubanos, su pasatiempo nacional. Y los 100 aficionados en el Latino, las pelotas que no llegan, las culpas a la afición porque se queda con ellas, incluso que se acaben los bates, es un punto más, apenas uno, de todo lo que han hecho porque el béisbol se muera.

Ahora, solo queda enterrarlo. Que cierren los estadios y que el último, al salir, bote las llaves.

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