Por Marco Matheu ()
Berlín.- El fútbol arrastra tantos fanáticos en todo el mundo, porque da unos giros inimaginables, provoca cambios inesperados, como los ocurridos en la noche de este lunes en el Grupo B, el mismo donde España terminó con pleno de puntos y Croacia necesita el más grande de los milagros para entrar a octavos de final.
Eso es lo que hay ahora, lo que les cuento yo, pero en el minuto 90 del partido entre Italia y Croacia, ya España estaba clasificada, incluso como líder de Grupo, pero Croacia, gracias a un gol de Luka Modric, luego de errar un penal, era segunda con cuatro unidades y se veía en la fase siguiente.
En el minuto 95 todo seguía igual: España primera, Croacia segunda, Italia con tres puntos y todas las esperanzas de estar como tercera, en tanto los albaneses sabían que regresarían a casa, porque para ellos no había opciones.
Dos minutos más tarde, en el 97 del Italia-Croacia, era así. Los croatas necesitaban que el árbitro sonara el silbato, y los italianos que lo demorara un poquito más. Esos ocho minutos de alargue parecían una bicoca para unos y una eternidad para el otro. Así va el tiempo en el fútbol, condicionado siempre por las necesidades.
Los croatas querían el balón lejos del área propia. Lo italianos acercarlo, por si ocurría un milagro. Y ocurrió. Al minuto 98 todo dio un vuelco espectacular: un derechazo del italiano Mattia Zaccagni entra lento pero inexorable en la escuadra de Livakovic. Cuando la pelota tocó la red cambió todo: Italia se colocó segundo, se clasificó, y a los croatas les cayó un cubo de agua fría encima, porque estaban casi fuera.
Luka Modric se llevó los brazos a la cara. Cualquiera sabe si lamentando haber errado una pena máxima, aunque algo está claro: si hubiera anotado el penal, luego no hubiera hecho el gol del 1-0. El genio croata corre el riesgo de despedirse mal de la selección, al extremo de que solo un milagro -de los grandes- lo llevaría a octavos.
Italia, una selección rácana, lejos en juego y figuras de esas selecciones que encandilaron al mundo desde hace muchas décadas, ahora está en octavos y cuidado con la Squadra Azurra, que estos son los últimos campeones, son, junto a los alemanes, los segundos máximos ganadores en copas del mundo, y aunque jueguen feo, casi sin ambiciones, saben lo que es ganar. Esos son genes que se heredan de generación en generación, y en ocasiones aparecen para conseguir títulos.
Es fútbol. Y el más universal siempre llena de alegrías a unos y de dolor a otros. Pasa siempre y la Eurocopa de Alemania no es la excepción. Por suerte para la afición, estos son apenas los primeros momentos de dolor, porque vendrán otros, muchos otros, en esos caminos por octavos, cuartos de final, semifinales y final, porque, como en todos los deportes, solo vale ganar. Y ganará uno, solo uno.