Miami.- Los errores suelen pagarse, dicen, incluso en política. Y Cuba en 1958 era una de las naciones más prósperas del continente y mantenía un ritmo de desarrollo envidiable a nivel mundial, pero los cubanos hicieron una “revolución”.
La industria alimentaria cubana, garantizaba el 90 por ciento de los alimentos que consumia la población, pero hicieron una “revolución”, que creó un gigantesco latifundio estatal, con una interminable lista de proyectos fallidos y hoy es necesario importar el 90 por ciento del precario consumo alimentario de la población.

Contábamos con una pujante industria inmobiliaria, pero hicieron una “revoluciٖón” y hoy tenemos una isla en ruinas, con un déficit habitacional que ronda el millón de viviendas. También disfrutábamos de un formidable sistema de transporte, pero llegaron los barbudos y ahora ese sistema es una total ruina.
Poseíamos un sistema de salud, cuyos indicadores se encontraban todos entre los tres primeros lugares de Latinoamérica, pero ya saben lo que pasó. El líder de aquella gesta dijo que crearía una potencia médica mundial, pero poco a poco el sistema se convirtió en una ruina absoluta, con hospitales cayéndose a pedazos y sin medicamentos.
Y lo peor: teníamos con una constitución, considerada una de las más progresistas del mundo, que garantizaba partidos políticos de todas las tendencias con representación parlamentaria, libertad de expresión y todos los elementos del estado de derecho, pero hicieron una “revolución” que implantó una dictadura totalitaria de un partido único, que reprime violentamente cualquier tipo de cuestionamientos a su mal gobierno.
Definitivamente, los errores pueden costar caro. Y nosotros, los cubanos, los estamos pagando.
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