
Newsletter Subscribe
Enter your email address below and subscribe to our newsletter
Tomado de Muy Interesante
Exultantes tras la liberación de París, los exiliados republicanos vieron la oportunidad de volver a España para establecer un gobierno alternativo que generase una insurrección interna contra Franco y una intervención internacional. Esta acción recibió el nombre de Operación Reconquista y fue un rotundo fracaso
Madrid.- El final de la Guerra Civil y la derrota del bando republicano trajeron consigo el exilio de cientos de miles de españoles que huían de la represión del nuevo Estado y de la situación de hambre y miseria provocada por la guerra. Entre 450.000 y 470.000 personas cruzaron la frontera hacia Francia a principios de 1939 con la esperanza de poder encontrar una vida mejor. Pero sus anhelos fueron en vano.
Exiliados españoles en el campo de refugiados de Argelès-sur-Mer, en febrero de 1939. Foto: Getty.
Los exiliados españoles fueron recluidos en campos de refugiados por el gobierno francés ante la dificultad de asumir estas oleadas migratorias. En el campo más emblemático, Argelès-sur- Mer, llegaron a convivir 80.000 republicanos españoles. El hambre, las epidemias, la suciedad, los piojos, la disentería y la muerte eran parte del día a día de unos refugiados que después de la guerra y la derrota tenían que enfrentarse a nuevas condiciones inhumanas. Además, por si fuera poco, la derrota de Francia frente a los nazis en junio de 1940 y el control alemán sobre el país —ya fuese directo o a través de un gobierno títere— supusieron el traslado de muchos de estos republicanos a campos de concentración y su posterior ejecución.
Reorganización
Pero, a pesar de las condiciones extremadamente duras, los exiliados iniciaron muy pronto su reorganización política. Los comunistas fueron los primeros en este sentido, y en agosto de 1940 ya existía un comité del Partido Comunista de España (PCE) en el campo de Argelès-sur-Mer. Esta reorganización les permitió estar en condiciones para participar en la resistencia francesa contra los nazis cuando las potencias aliadas empezaron a ganar terreno a Hitler. Con la esperanza de que tras derrotar a los alemanes los aliados dirigiesen sus esfuerzos bélicos contra Franco, muchos españoles —especialmente comunistas— se unieron a la Resistencia con fervor.
Un guerrillero español proclamaba: «Todavía teníamos las manos calientes de los fusiles españoles cuando tuvimos que coger las armas de la resistencia contra los alemanes». De hecho, unos 4.000 españoles participaron en la liberación de París junto a tanques que llevaban pintados los nombres de batallas evocadoras de la Guerra Civil como Guadalajara, Teruel o Ebro. Cuando los nazis fueron expulsados definitivamente de Francia en diciembre de 1944, habían sido decenas de miles los españoles que habían participado en este esfuerzo.
Los españoles que habían luchado contra el invasor en Francia y en la liberación de París estaban repletos de euforia y con renovadas esperanzas de éxito en la liberación de España para el verano de 1944. Si eran capaces de derrotar al potente ejército alemán, acabar con la dictadura de Franco parecía una tarea mucho más sencilla. Además, contaban con armamento proporcionado por los aliados para lucha contra los nazis, con grupos de resistencia guerrilleros en el interior que esperaban se levantasen en su apoyo y con la esperanza de que Francia y Gran Bretaña les devolviesen el favor con el objetivo de restaurar la democracia al sur de los Pirineos.
El primer tanque estadounidense en entrar en París durante la invasión aliada (31 de agosto de 1944). Foto: Getty.
Así, en agosto de 1944, coincidiendo con la liberación de París, Jesús Monzón, número uno del PCE en Francia, empezaba con los preparativos de lo que sería la Operación Reconquista de España. Emitió una carta a todos los responsables comunistas en el país galo en la que ordenaba la intervención en España con el objetivo de generar una situación de oportunidad que provocase una insurrección interna contra Franco y la intervención de las fuerzas aliadas.
La decisión fue acatada sin reservas por los responsables políticos y militares del partido, que se pusieron rápidamente con los preparativos. Para efectuar la invasión se creó la división 204ª y se nombró a Vicente López Tovar como su responsable militar. Ya solo faltaba elegir la localización. Se eligió el valle de Arán por dos motivos: estaba mejor comunicado con Francia que con España y en invierno quedaba prácticamente incomunicado. El objetivo principal era el de establecer un gobierno alternativo en suelo español que durase lo suficiente como para generar una revuelta interna contra Franco y una respuesta de apoyo internacional.
Durante septiembre y la primera mitad de octubre se organizaron una serie de incursiones por la zona de los Pirineos para confundir al enemigo y tomar el pulso a las defensas franquistas con el objetivo de establecer cabezas de puente. Entre los días 3 y 7 de septiembre tuvieron lugar las más reseñables. Dos brigadas iniciaron la penetración en territorio nacional por Navarra; la 153ª Brigada entró por el valle de Roncesvalles y la 54ª Brigada por el valle del Roncal. Las autoridades del régimen franquista enviaron fuerzas militares y armaron a los requetés —organización paramilitar carlista—. Además, se recompensó con beneficios económicos a las personas que dieran información que ayudase a la eliminación o detención de un maquis. Rápidamente, los guerrilleros comunistas se vieron obligados a retirarse después de sufrir numerosas bajas.
El valle del Roncal fue uno de los lugares elegidos para la penetración en territorio nacional. Foto: Shutterstock.
Al mismo tiempo, otras tres brigadas entraron por la frontera aragonesa. Una de ellas, la 21ª Brigada, consiguió aguantar todo un mes en territorio español. Durante ese mes, sus integrantes tomaron tres pueblos en el valle de La Fueva, pero, aunque consiguieron distraer al enemigo, el fracaso del resto de incursiones les obligó a retirarse antes de que se iniciase la incursión principal.
Esta estaba planeada para el día 19 de octubre. A las 6 de la mañana, unos 1.500 hombres de la División 204ª entraban por el valle de Arán armados con ametralladoras británicas y comandados por Vicente López Tovar. Otros 1.500 hombres les seguirían en los días inmediatos. Además, también contaban con algunos vehículos y artillería ligera como morteros y camiones. El factor sorpresa jugó un papel importante y en un primer momento parecía que el éxito estaba asegurado. Se controló rápidamente la ciudad de Bossòst y se estableció ahí el Estado Mayor. Entre los días 19 y 23 se conquistó muy fácilmente un número considerable de pequeños pueblos de las inmediaciones.
Combatientes de la Resistencia regresan a su campamento en los Pirineos franceses tras un entrenamiento. Foto: Album.
Pero muy pronto se dieron cuenta que ni el apoyo internacional era inminente ni la población civil de la zona les recibía como libertadores. De hecho, los habitantes del valle les trataban con cierto recelo, marcados por una fuerte propaganda vertida por el régimen contra comunistas y guerrilleros, que eran presentados como bandidos y asesinos. Tampoco las guerrillas locales salieron en su apoyo, porque en la zona no había organizaciones estables y con la fuerza suficiente. El avance se frenó frente a la ciudad de Viella, principal núcleo urbano del valle. La defensa de la ciudad contaba con morteros, ametralladoras y cañones que sobrepasaron a los guerrilleros que hasta entonces habían avanzado gracias a la escasa resistencia. Además, las brigadas que habían avanzado por los flancos con el objetivo de cortar las vías de transporte e impedir la llegada de refuerzos tampoco tuvieron el éxito esperado.
Ainhoa Campos Posada
En pocos días llegaron unos 40.000 soldados de refuerzo al mando de los tenientes generales Monasterio, Yagüe y Moscardó. Por tanto, muy pronto, un ejercito profesional superior en número y en armamento estaba en disposición de aniquilar a unos guerrilleros comunistas más pendientes de que no les cortasen la retirada que de seguir avanzando. En este contexto, Santiago Carrillo, que había estado exiliado en el norte de África, llegó a Toulouse y fue informado de la situación de la operación. El dirigente comunista consideró que mantener la invasión era una locura y ordenó la retirada. Entre el 27 y 28 de octubre, las fuerzas invasoras llevaron a cabo la retirada y la Operación Reconquista de España llegaba a su fin como un rotundo fracaso.
Retrato del general Juan Yagüe, hacia 1939. Foto: ASC.
En los diez días que había durado la operación militar habían sido 3.000 los guerrilleros participantes. A estos había que sumarles los otros 3.000 que se movilizaron en las operaciones adicionales. Es decir, en el conjunto de las operaciones participaron unos 6.000 guerrilleros. La cifra de bajas entre los invasores era de 129 muertos, 241 heridos y 218 prisioneros. Mejor paradas salieron las fuerzas defensoras, con tan solo 32 víctimas mortales y 216 heridos, según cifras oficiales. En cuanto a los objetivos militares y políticos de los guerrilleros, ninguno se había cumplido. Ni se había conseguido establecer una base desde donde proclamar un gobierno alternativo, ni los países aliados se habían solidarizado con ellos ni el pueblo español se había levantado contra el dictador.
Los principales cambios que trajo la invasión —más bien el fracaso de la invasión— fueron los relativos a la organización y política interna del Partido Comunista de España. Santiago Carrillo aprovechó el impulso de haber sido el responsable de frenar la operación y de que no causase mayores víctimas. Asumió las riendas del poder y se encargó de controlar el partido en el interior colocando a personalidades afines. Para 1945, ya era el segundo del partido después de Pasionaria. Además, el revés que supuso la derrota de la operación obligó al partido a un cambio estratégico: si bien la lucha armada no fue abandonada, la forma de impulsarla sí que cambió. El Pleno del Comité Central de 1945 ratificó la lucha armada, pero los planes de invasión fueron sustituidos por la táctica del «goteo». Esta táctica consistía en apoyar a los pequeños grupos guerrilleros del interior con el objetivo de ir minando la resistencia del régimen y de ir potenciando los deseos de rebelión de la población española.
La Operación Reconquista de España fue derrotada rápidamente. Las esperanzas de los guerrilleros de expulsar a Franco mediante una aventura armada y heroica duraron muy poco, pero los cambios que provocó dentro del Partido Comunista fueron importantes de cara a su reestructuración futura y a los cambios estratégicos que provocaron el abandono de la lucha armada pocos años después y una nueva política respecto al interior.