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FIN DEL INVIERNO

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Por Arturo Mesa
Atlanta.- Según una marmota llamada Phil, y que habita en Virginia, el invierno va llegando a su fin y con él mi acuartelamiento nocturno. Para mí, lo peor fue la noche de los menos diez grados cuando tuve que salir a trabajar. Creo haber contado que en mi desconocimiento me dispuse a limpiar un cristal que daba a la calle y el líquido se volvió hielo, llegué a pensar que había rajado la puerta del restaurante.
Hubo otras noches heladas, pero era más bien el viento el que obligaba a guarecerse o la lluvia pertinaz que lo mismo te afecta en la mañana de un miércoles que todo el fin de semana. Al final, ya me había adaptado tanto que me veía saliendo con menos ropa que los mismos Atlantianos.
Hoy fui a caminar por los parques del centro por sugerencia de mi amiga la marmota y con mucho regocijo me percaté de que regresaban las alas coloridas a sobrevolar los techos puntiagudos de las residencias de Poncey Highland; por momentos me pareció que las distintas especies de aves intentaban entenderse en sus diversos idiomas, pero allí estaba el intruso y ante su presencia, decidieron conversar a distancias más prudenciales. Apenas montaba el móvil para retratarlas y ya salían corriendo.
Unas inusuales bijiritas con rayas blancas en el pecho cruzaban de un lado al otro de la avenida Norte como husmeando en qué lado estarían más seguras, y los árboles, para las ardillas, eran como rieles de un parque de diversión por donde subían y bajaban contentas como hacen los niños cuando juegan en esos lugares.
Los suelos siguen húmedos y me falta la proximidad del mar, mi brújula se siente traicionada, pero da gusto presenciar el discreto retorno de los matices a las ramas de los robles, las magnolias y los olmos, no hace mucho, vacías y grises. Prometo aprenderme otras especies para el próximo invierno y terminar de definir lo que es un bluejay y un bluebird, siempre y cuando el incumbente me permita otro invierno en esta ciudad de parques, placas históricas y senderos. Me encantaría anotar la fecha exacta en que desaparece el amarillo y el naranja de las copas de los árboles para luego volver a colorearlo todo.
Hoy no ha llovido, mañana será mejor incursionar en los jardines del Centro Carter y ver los cisnes en el lago, o lo que es lo mismo, pasear por el único espejo de agua en todo mi alrededor. Quise hacerlo en la tarde, pero Biden hablaba a unas cuadras de aquí y preferí no salir. De todas formas, cuando venía de regreso, tuve otra de mis atlantianas anécdotas cuando un labrador de apenas cinco meses decidió olvidarse de sus dueños y venir a ensuciarme el pantalón con sus fangosas patas, porque el tipo de la gorra le cayó bien. Claro, solo quería jugar, porque él también había visto a Phil anunciarle a la nación que ya podemos ir guardando los abrigos y vino a decírmelo. Como si a su edad, el labrador conociera el verano.

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