Por Ulises Toirac
La Habana.- El cine, entre todas las artes, es una que refleja (aun en los casos que no se lo proponga porque no es objetivo de quienes lo produzcan) la realidad circundante, la mentalidad de un tiempo, sueños, deseos, objetivos, visiones de esa realidad.
El cine del llamado periodo post-revolucionario en nuestro país ha tenido genios, obras dignas de figurar en la historia universal del ramo y… un camino tortuoso por llamarlo eufemísticame de algún modo.
A medida que ha pasado el tiempo se han entronizado diferencias entre realizadores y Estado, entre artistas y Ministerio, entre hacedores y administradores. Y esta última etapa ha demostrado, de un lado, perseverancia por defender el cine y, de la otra, igual perseverancia por ignorar esos esfuerzos.
La Asamblea de Cineastas Cubanos , que aglutina a una amplia representación de quienes hacen cine cubano tanto dentro como fuera del país, como el Quijote, no cesa de embestir molinos de viento que ingnoran la cabalgadura y la necesidad de su locura.
Y no hay de otra, para no hacer extenso esto, no es que haga falta, no es que sea necesario, no es que sea lo lógico, no es que sea un capricho… Es que es inconcebible hablar de proteger el cine, y no promulgar una ley al respecto. El resto es hipocresía.