Por Jorge Sotero
La Habana.- Dice Miguel, mi hermano, que está en una cola para comprar yuca. Y que dejó marcado en la farmacia para unos medicamentos, y también que hace fila en el registro civil para sacar una inscripción de nacimiento del hijo, que ahora se le metió en la cabeza irse del país, para cualquier lugar, y como sabe que necesitará esos documentos, le pidió al padre que lo ayudara.
La cola para la yuca no es en El Vedado, en esta capital, sino en Cumanayagua. Una cola para comprar yuca en un lugar donde ya no queda tanta gente, donde el tubérculo es fácil de cosechar y donde no muchas personas tienen dinero para gastarlo. Increíble a donde ha llegado Cuba con las colas y la desidia. Todo por la ineficacia de un gobierno corrupto e inoperante.
Pero no solo se hacen colas para yucas, o las interminables de los pocos cajeros que aún sobreviven en el país, o las de las tiendas, donde casi no venden nada, y donde igual hay que marcar fuera y esperar que alguien, con malísima educación, te autorice a entrar, luego de recordarte que los bolsos hay que dejarlos en otro sitio. Dentro, solo con las manos vacías, como si hubiera tanto que comprar.
En las bodegas, para adquirir las miserias que venden como canasta básica, también se hacen filas enormes, de horas. Mientras uno de los bodegueros apunta en la libreta y en unos libros que llevan, otro despacha. Y si hay un tercero, a ese le toca mirarte, sin que tengas la posibilidad de decir que algo no lo quieres. Te toca eso y no hay nada que objetar. No tienes otro derecho que no sea hacer una cola y recibir lo que han destinado para ti.
Como no hay transporte, no hay colas para ómnibus. Pero sí se hacen filas enormes, de kilómetros de largo inclusive, para comprar gasolina en los lugares de expendio. Los vehículos, colocados uno tras otro, a veces alcanzan las 15 cuadras, y puede pasar que cuando más entusiasmado estés, digan que se acabó el combustible, que se cayó el sistema, o que no venderán más porque llega un nuevo camión-cisterna y tiene que llenar los tanques. Dice mi hermano, que ha estado en muchos países del mundo, que en ninguno paran la venta de combustible para rellenar tanques.
Tampoco los supermercados cierran para cuadrar la caja, que es lo más normal en Cuba. En el mundo los encargados se las arreglan para que las pérdidas sean menores, y en esta isla, donde cuadran caja todo el tiempo, siempre hay faltantes, robos, desfalcos, porque los cubanos se adaptaron -y excluyo a las personas honestas- a vivir del robo. Robar y hacer colas pudieran considerarse las tareas primordiales para un ciudadano cualquiera, menos para los dirigentes.
Para los que dirigen, robar es la prioridad. Lo de las colas no va con ellos. Yo, al menos, no tengo constancia de alguno en una cola jamás. Y mira que yo he marcado en lugares en esta ciudad, y también fuera de ella. Porque los panzudos encargados de decidir, desde los municipios hasta el país, tienen sus necesidades resueltas. Ellos no saben de tiendas ni escaseces, y mucho menos de esperar para conseguir algo que necesiten, o que no, porque solo necesitan chasquear un dedo y ya lo tienen.
Por cierto, los dirigentes no comen yuca. O al menos no en strike, como el pueblo. La de ellos es solo para acompañar algún asado en esos festines habituales de la dirigencia.