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LA FELICIDAD, SEGUN ARISTÓTELES

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Abordamos el concepto de felicidad desde la perspectiva de Aristóteles, uno de los filósofos más importantes de la historia.

Madrid.- La idea de la felicidad ha sido una de las constantes en las reflexiones de los filósofos a lo largo de la historia. Precisamente, Aristóteles, uno de los filósofos más influyentes de todos los tiempos, abordó extensamente este tema sobre todo en su obra ‘Ética a Nicómaco’.
Estatua de Aristóteles, en Estagira (Grecia)

Estatua de Aristóteles, en Estagira (Grecia)Getty Images

O, dicho de otro modo, según este sabio del mundo clásico, la felicidad es el objetivo supremo de la vida humana y representa la realización plena y completa de la naturaleza humana. Desde su perspectiva, la felicidad no consiste simplemente en riqueza o placer momentáneo, sino en una vida bien vivida en la que se alcanza el potencial humano.

Pero para Aristóteles, esa eudaimonía está intrínsecamente ligada a la práctica de virtudes como la valentía, la justicia, la moderación o la sabiduría, hábitos de comportamiento que, según su filosofía, conducen a una vida ética y plena.

'La Escuela de Atenas', pintura de Rafael Sanzio en los Museos Vaticanos (Roma)

‘La Escuela de Atenas’, pintura de Rafael Sanzio en los Museos Vaticanos (Roma)P. Zigrossi – 1996 / iStock

Ahora bien, a diferencia de lo que sostenían sus predecesores Sócrates y Platón, para Aristóteles la virtud como tal no es innata al hombre, ni es tampoco una ciencia. Según este filósofo, la virtud es un hábito que implica voluntad y que se adquiere a través de la costumbre y el esfuerzo.

Además, Aristóteles argumenta que la virtud es un punto intermedio entre dos extremos opuestos, uno de exceso y otro de defecto (‘Doctrina del Término Medio’). Por ejemplo, considera la valentía como una virtud que se encuentra entre la cobardía (defecto) y la temeridad (exceso); o que la generosidad es una virtud que se sitúa entre la avaricia (defecto) y la prodigalidad (exceso).

No obstante, Aristóteles reconoce que determinar ese punto medio virtuoso en determinadas situaciones no es una tarea fácil y requiere de sabiduría y prudencia. Por ello, incide en la importancia del razonamiento práctico a la hora de perseguir esa felicidad.

Según el filósofo, la capacidad de razonar y tomar decisiones informadas contribuye a vivir de acuerdo con la razón y, por lo tanto, a alcanzar la felicidad. Así, la sabiduría práctica y la experiencia son esenciales para tomar decisiones éticas informadas.

Imagen: iStock Photo.

La felicidad, según AristótelesiStock

En otras palabras, para Aristóteles, la virtud no es solo seguir reglas predefinidas, sino desarrollar decisiones éticas basadas en la comprensión de las circunstancias y conocer lo bueno en una situación particular.

En este sentido, entiende la prudencia como la capacidad de distinguir cuál es la acción correcta en circunstancias concretas. Y esa prudencia implica un juicio ético que se ajusta a la situación específica, por lo que es crucial para alcanzar la eudaimonía o la felicidad plena.

De otro lado, para Aristóteles, en el caso del ser humano, una vida buena es la que nos permite alcanzar nuestra finalidad, o utilizar plenamente todas las características que nos hacen humanos.

Vista de la ciudad de Atenas

Vista de la ciudad de AtenasSHancshe / iStock

En este contexto, se considera que una persona es buena si utiliza las características con las que nació, y solo puede ser feliz si emplea todas sus capacidades en la búsqueda de la virtud, cuya forma más elevada es la sabiduría, según Aristóteles. Esa virtud se reconoce, según el filósofo, mediante la observación o la vida contemplativa: es decir, sabemos lo que es una «vida buena» observando a los que nos rodean.

Pero este pensador clásico también reconoce que la realización de la eudaimonía puede variar según el contexto cultural y social. No hay un modelo único de vida virtuosa; en cambio, la virtud se adapta a las circunstancias particulares.

E inevitablemente, su ética desemboca en la política porque la voluntad individual no actúa sino en el marco de una comunidad, según sus principios. Aristóteles considera al Estado como una especie de «ser natural» que no surge como fruto de un pacto o acuerdo, sino que es connatural al hombre y tiene a un fin: la felicidad de todos sus miembros.

Uno de los grandes maestros de la filosofía 

Aristóteles (384-322 a.C.) nació en Estagira, en la zona noreste de la actual Grecia. Tan solo tenía diecisiete años cuando llegó a Atenas para estudiar en la Academia del gran filósofo Platón, donde pasó casi dos décadas de su vida como discípulo y maestro. A pesar del respeto mutuo que sentía el uno por el otro, Aristóteles centró su interés en solucionar las carencias e inconsistencias del idealismo platónico, y se dedicó a establecer los fundamentos de las ciencias empíricas.

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La felicidad, según AristótelesiStock

Cuando Platón falleció, Aristóteles se marchó de Atenas y se dirigió a Jonia, donde pasó varios años estudiando la vida natural de la zona. Fue allí cuando le nombraron tutor en la corte macedonia, en la que enseñó al joven Alejandro Magno mientras proseguía sus estudios. En el año 335 a.C. alentado por este, regresó a Atenas, donde abrió el Liceo, una escuela que rivalizó con la de Platón.

Este lugar se convirtió en uno de los centros de investigación científica más importantes de la Antigüedad clásica. Allí formalizó sus ideas y elaboró la mayoría de sus escritos. Entre sus principales obras destacan: Órganon, Física, Ética a Nicómaco, o Retórica, entre otras. La influencia de Aristóteles ha sido tan extensa que su legado filosófico y sus contribuciones continúan siendo objeto de estudio y debate en la filosofía contemporánea.

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