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Carlos Cabrera Pérez

A cuatro años del aldabonazo popular del 11J. el tardocastrismo está quebrado por su errónea estrategia política para contener la ira popular y Cuba ha pagado un alto costo en presos y desterrados.

Díaz-Canel es el presidente más impopular de los últimos 66 años, el partido comunista es un trasto viejo productor de cárcel, pobreza y desigualdad y la casta verde oliva está totalmente desprestigiada por su implicación en la orden de combate contra el pueblo y la ruina económica de Gaesa.

No hay un solo jefe militar destituido o encarcelado por los malos resultados de la gestión económica; hasta ahora, solo el difunto político Alejandro Gil ha pagado los platos rotos de una política descerebrada, anticubana y disparatada, que ha acabado hasta con el turismo de bajos ingresos que aún volaba a Cuba.

La tiranía pretende autoengañarse, culpando al embargo y las sanciones estadounidenses, aunque ni el presidente se cree esa matraca, como demostró en una reciente comparecencia en la que suplicó que «nadie me diga que el bloqueo no existe».

Su último discurso en el pleno del partido comunista que relevó al secretario general de la CTC por un cuadro de la guara villaclareña, reafirmó su grisura política y emocional, reafirmando su gran capacidad para decepcionar a propios y ajenos.

En este cuatrienio, se han agudizado la pobreza y desigualdad, los servicios médicos y educativos están deteriorados como nunca antes y mercantilizados por el capitalismo de estado imperante, la generación de energía es una quimera, el agua potable es un lujo y la alimentación solo está al alcance de unos pocos.

En paralelo, la oposición ha sido incapaz de articular un frente político que movilice a la gran masa de cubanos descontentos y ha perdido credibilidad en la comunidad internacional, mientras la iglesia católica sigue atrapada entre la furia de los sacerdotes de base y la prudencia de la jerarquía eclesiástica, que solo reacciona cuando el dolor es un clamor.

La dictadura más vieja de Occidente está aislada internacionalmente por su incumplimiento del pacto para liberar presos políticos sin destierros; alcanzado con Estados Unidos y el Vaticano, y porque Naciones Unidas, la OMS y varios gobiernos han reaccionado frente al esclavitud de médicos y demás personal sanitario alquilados a terceros países.

En el ámbito interno, el tardocastrismo está desmoralizado, limitándose a aguantar un día tras otro sin apuestas de futuro y perdido en el marasmo de la resistencia creativa, que resiste, pero no crea y pierde en cada intento de barnizar el pan con na.

Los principales logros de la resistencia creativa son la represión burda, el hambre de alimentos y medicinas, los apagones salvajes, la estampida migratoria hacia Estados Unidos y otras naciones y una pirámide de población negativa; con alta tasa de envejecimiento y bajas de nacimiento e índice de sustitución (nacen más varones que hembras).

La responsabilidad principal por tanto desastre, recae en la casta verde oliva y enguayaberada; ciega y y sorda a la cruda realidad y a voces sensata, que llevan tiempo sugiriendo un viraje económico, la democratización es caquita para los reformistas; al menos de momento.

Pero la actual situación es fruto directo del apendejamiento de Raúl Castro ante el embullo Obama y la terquedad jesuita de Fidel Castro, que saboteó todo intento reformista hasta su fallecimiento; aunque ya la comisión de embullo creada para celebrar el centenario del máximo líder, ande ya tirando serpentinas para las glorietas y empinando papalotes en almíbar, como si el homenaje a un dictador fuera a salvarlos del incendio que ellos mismos avivan cada día y con sus actos irresponsables y antidemocráticos.










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