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Por Ulises Toirac ()
La Habana.- Alguien me ha hecho recordar algo peculiar, pero vamos a empezar esto como debe ser: todos mis programas de tv han sido como hijos, paridos con mil ilusiones, dolores y hasta traumas. Pero hay uno que a pesar de la brevedad, lo considero mi trabajo más completo: ¿𝕐 𝕥ú 𝕕𝕖 𝕢𝕦é 𝕥𝕖 𝕣í𝕖𝕤?
Este niño, que nació de la mano también de Otto Ortiz y de mi reina televisiva Doña Gloria Torres (a quien agradezco mucho de lo que sé del medio), solo estuvo al aire en dos programaciones de verano (1999 y 2000) y la programación de fin de año entre ambos. Muchos piensan que fue más extenso pero no. Solo eso. Unas 16 o 18 emisiones.
La idea era dar a conocer a los nacientes humoristas y cultivar al público un poco en la teoría del humor. Llevamos importantes personajes de la cultura cubana a hablar de sus diferentes especialidades referidas al humor. Si se hubieran conservado esos programas, aquellas nini-entrevistas fueran aún un muy interesante material didáctico.
Y como la idea era dar a conocer humoristas «underground», se me ocurrió que podía ser en el sótano de «mi edificio» (una velada alusión a la azotea del «Sabadazo» de unos años antes) en el que fuera anfitrión de una peña a la que invitaba a mis amigos.
Creo que fue el programa más barato que haya hecho jamás la televisión cubana. Del elenco que actuó ninguno cobró caro porque eran noveles. Y… la escenografía eran desechos. Literalmente.
Aquello se resolvió con dos columnas cuadradas de madera atrezada, una pared sucia con un logo (que también diseñé) en el que dos signos de interrogación se convertían en la risa de un perfil humano, unos pedazos de autos viejos que servían de lunetario, y… un ventilador industrial de pared.
Recuerdo que todo fue realizado en par de días. Para los sitios donde se sentarían los jóvenes de público, le dije a la gente de escenografía: «vayan por dos o tres placeres y recojan cuanta chatarra de automovil encuentren» y… ¡sirvió!
Lo del ventilador industrial al fondo, que dejaba pasar la luz y debía moverse lentamente fue una tragicomedia. Épica.
Lógicamente, influenciado por varios clips musicales famosos de la época, un elemento así me sugería el toque ideal para hacer creer que era un sótano, y no me faltaba razón. Mucha gente preguntaba donde era ese garage. Pero los yumas tienen pa eso unos controles eléctricos que le dan a sus ventiladores la velocidad que les sale de las tripas.
El ventilador que me «asignaron» tenía una sola velocidad, esa: ciclón. Más na. Ingeniero en eso, traté de hallarle solución y moví cielo y tierra. Debían pensar que yo estaba obsesionado, porque no transé con ninguna que no diera exactamente lo que imaginaba. Conclusión, aquello terminó con un auxiliar dándole manigueta a una polea para que las aspas dieran la vuelta a velocidad «clip musical».
Así que cuando ibamos a grabar, se escuchaba al Coordinador
–¡Luces, cámaras, ventilador…. acción! y se hacía la maravilla de la que nadie sabía que había un socio agachao dando manigueta.