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Por Javier Matamala
La Habana.- Miguel Díaz-Canel volvió a salir en la foto, esta vez encabezando lo que el régimen llama “chequeos sistemáticos” para dar seguimiento a la recuperación de los daños provocados por los desastres naturales. En teoría, se trata de reuniones de trabajo para analizar soluciones. En la práctica, no son más que puestas en escena donde el Gobierno aparenta control y eficiencia, mientras el país entero se desmorona a pedazos. Las imágenes de “Estudios Revolución” muestran a un grupo de burócratas tomando notas y asintiendo, como si el teatro político bastara para reparar techos y devolver casas.
Durante el encuentro, gobernadores y ministros informaron que las afectaciones por lluvias, ciclones y sismos están “en vías de solución”. Pero cualquiera que viva en Cuba sabe que eso es mentira o, al menos, una media verdad. Los damnificados de Guantánamo y Santiago de Cuba siguen esperando desde hace años por materiales que nunca llegan. Las tejas prometidas se pierden en el camino, las escuelas improvisan clases en pasillos y las familias damnificadas sobreviven en centros de evacuación donde la dignidad se diluye junto con la comida. Aun así, Díaz-Canel y Marrero Cruz se felicitan entre sí por los “avances”.
La gobernadora de Guantánamo habló de 20 000 tejas de asbesto cemento y 5 000 de zinc, como si esos números fueran una proeza. En realidad, son la muestra de un sistema que no tiene ni con qué tapar un agujero. Mientras tanto, en los viales de montaña se intenta “solucionar localmente” lo que el Estado no puede resolver ni con ayuda internacional. Todo el discurso gira en torno a los mismos términos vacíos: “recuperación”, “esfuerzo”, “solidaridad”. Palabras que ya no conmueven a nadie, porque no reparan casas ni devuelven la tranquilidad a los cientos de miles de cubanos que perdieron todo.
El Gobierno insiste en mostrar sus reuniones como pruebas de compromiso, cuando en realidad son confesiones públicas de incapacidad. Si después de cada ciclón, cada lluvia, cada temblor, hay que hacer un nuevo “chequeo”, es porque los problemas no se solucionan, se reciclan. Los desastres naturales en Cuba no solo dejan ruinas materiales, sino que exponen las ruinas morales de un sistema que sigue culpando a la naturaleza de lo que provoca la negligencia humana.
Díaz-Canel debería dejar de posar para la prensa y caminar, sin cámaras, por los barrios que aún están en ruinas desde el huracán Matthew. Que mire a los ojos a las familias que duermen bajo un nylon, a los niños que estudian en aulas sin techo. Quizás entonces entienda que la verdadera catástrofe no es la tormenta tropical Imelda ni el huracán Rafael, sino el ciclón de ineficiencia que lleva más de seis décadas arrasando a Cuba.