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Vitinha: el balón de oro que ya ganó sin que se den cuenta

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Por Yoyo Malagón ()

Madrid.- Vitinha debería ganar el Balón de Oro solo por hacer callar a los que decían que el PSG había perdido la cabeza pagando 40 millones por un tipo que en el Oporto parecía un recogepelotas de lujo.

Hoy, es el cerebro de un equipo que juega al fútbol como si fuera jazz: improvisación con orden, genio sin alarde. Mbappé se fue al Madrid pensando que era la estrella, y resulta que se llevó el reflector pero dejó al músico que tocaba la melodía.

Vitinha no hace goles de chilena ni celebra con poses de catálogo, pero es el que empuja el balón hacia donde duele, el que decide cuándo acelerar y cuándo respirar, el que convierte a jugadores como Dembélé en cracks consistentes y a Hakimi en algo más que un corredor con suerte.

Mientras el mundo mira a Bellingham porque marca en Wembley y a Haaland porque rompe récords, Vitinha hace lo aburrido: darle sentido a todo.

Es el relojero en la fábrica de golpes de efecto. Sin él, el PSG es un equipo de atletas; con él, es una máquina de fútbol. Lo dijo Luis Enrique después de ganar la Champions: «Hay jugadores que son stats y jugadores que son alma».

Vitinha es las dos cosas, pero de las que no salen en los titulares. Completa más pases clave que un operador de bolsa en día de crisis, recupera balones como si fuera un robo a mano armada y además llega al área para rematar como si le hubieran dicho que el balón era de oro macizo.

Todo pasa por sus botas

El Balón de Oro siempre premia al que más grita, no al que más piensa. Por eso Modric lo ganó casi de milagro y por eso Jorginho ni siquiera llegó a la fiesta. Vitinha es el hijo no reconocido de esa estirpe: el que no necesita hacer tutoriales de YouTube para demostrar que es brillante.

Basta ver un partido del PSG para darse cuenta de que todo pasa por sus botas. Cuando él está bien, el equipo vuela; cuando no, es un conglomerado de talento sin brújula. En la Champions no se escondió contra ningún equipo. Siempre pedía el balón para organizar el caos.

Claro que no lo ganará. Porque el Balón de Oro es un concurso de popularidad disfrazado de trofeo futbolístico. Porque Portugal no es Argentina ni Francia, y porque su nombre suena a vino verde y no a perfume de lujo.

Sin embargo, si el premio fuera de verdad para el mejor, para el que cambia equipos y temporadas, Vitinha tendría que estar en la terna de favoritos. No el que más vende camisetas, sino el que hace que el fútbol parezca fácil cuando es imposible.

El que más hacía callar

Mientras, seguiremos discutiendo si Vinicius lo mereció el año anterior, o si Dembelé tiene más carisma, o si Kane merece un premio por no ganar nada importante. Vitinha, en silencio, seguirá ganando partidos y títulos. Y cuando el PSG levante otra Champions, algunos dirán: «¿Por qué no ganó el Balón de Oro?». La respuesta ya la sabemos: porque este deporte a veces premia el fireworks, no la arquitectura.

Al final, quizás sea mejor así. Que Vitinha sea el secreto mejor guardado de Europa, el jugador que todos los técnicos quieren y que pocos aficionados entienden. El Balón de Oro se lo llevará otro, pero la historia —esa que se escribe con mayúsculas— recordará que en 2025, el mejor futbolista del mundo no era el que más gritaba, sino el que más hacía callar.

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