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Por Greetell Lobelle ()
Matanzas.- Somos una islita de mierda marcada por una herencia patriarcal y por una condición sustantiva de isla que nos hace ligeros y abiertos en nuestras decir, pero limitados y restringidos en acción.
La mayoría de la intelectualidad cubana se conoce entre sí, y conocerse implica saberse recorrido no solo en obra y oficio, también en pasado, historia de vidas, acción y postura. Estas plataformas no dicen nada de quién eres. Solos son eso, mediaciones y conexiones en un espacio virtual.
Tiene el cubano ese afecto-defecto de mirar para otro cubano, de circunscribir al individuo a lo político. Definitivamente Cuba, desde su formación como nación, ha existido pasando la vida de cada individuo por ese tamiz. Ese es nuestro peor karma. El individuo trasciende la ideología. Su esencia reside en la suma de sus valores, experiencias y decisiones.
Somos un pueblo tan escaso y restrictivo que, conociendo otros sistemas, seguimos cargando el estigma de jueces. Todos sentenciamos al otro desde lo que debe o no decir, o la postura que debe o no tener.
Nuestra cuarta generación, hijos de padres rotos y perdidos que nunca conocieron la libertad humana, traemos una herencia jodida que en muchos casos se reconoce y se hereda para bien de esta nación.
Los caminos y elecciones de los individuos son plurales, como la propia naturaleza. Hoy mucha gente pide o critica posturas ante lo dictatorial, sin embargo, el proceso de despertar de conciencia, de elección de vida es propio y singular. El ser humano se mide por sus acciones.
De palabras, desidia y ego está hecho este pueblo. Un pueblo que no es perezoso, sino que tiene una gran pasión por la procrastinación.
Cuba no será un mejor país hasta la quinta generación, la de nuestros hijos, es ley evolutiva. Hermoso sería reconocernos, sanarnos y trasmitir el propósito de la existencia.
La vida no tiene un significado inherente, sino que lo creamos nosotros con nuestras acciones. Nuestro propósito como especie no debería ser otro que dejar una huella positiva en este plano. Lo peor es permitirse ser ficha de un tablero político. La política puede ser una herramienta, pero nunca, nunca definirá la complejidad de un ser humano.
Nada era eso, hablando conmigo misma para que ni me patine el corazón.