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Por Datos Históricos
La Habana.- Durante la Segunda Guerra Mundial, un pequeño pueblo francés llamado Le Chambon-sur-Lignon parecía insignificante en el mapa. Rodeado de colinas y caminos de tierra, apenas recibía noticias del mundo. Pero sus habitantes guardaban un secreto: allí, cientos de familias judías se escondían de la persecución nazi.
El pastor André Trocmé y su esposa Magda lideraban la resistencia silenciosa. No portaban armas ni planeaban emboscadas. Su arma era otra: la hospitalidad. Convertían graneros en dormitorios, escuelas en refugios y falsas identidades en pasaportes hacia la libertad.
Un día, un oficial alemán visitó la iglesia del pueblo. Mientras hablaba con Trocmé, notó un cuadro colgado en la pared: una representación de la “Buena Samaritana”. El pastor aprovechó el momento para hablar de compasión, de ayudar al herido en el camino. El mensaje fue tan directo que el oficial no inspeccionó más… y aquella misma noche, 12 familias escaparon hacia Suiza.
Cuando la guerra terminó, el recuento fue asombroso: más de 3.000 vidas salvadas por un pueblo que decidió no mirar hacia otro lado.
A veces, la mayor valentía no se mide en batallas ganadas, sino en vidas protegidas en silencio.