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Vergüenza y silencio: cuando la cobardía también es complicidad

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Por Albert Fonse ()

Ottawa.- El nombre de Roberto Pérez Fonseca, preso político y de conciencia, acaba de aparecer en el informe del Secretario General de la ONU, una mención que no es cualquier cosa. Es el máximo documento oficial de Naciones Unidas donde se registran las represalias y crímenes contra quienes se atreven a cooperar con sus mecanismos de derechos humanos.

Que Cuba esté ahí, y que esté Roberto, confirma lo que muchos hemos gritado durante años: en la isla se tortura, se encarcela y se persigue por pensar distinto.

El silencio que ha seguido a esta noticia es ensordecedor.

La prensa independiente, los activistas, los opositores, las organizaciones de derechos humanos y toda la retahíla de grupos del exilio, esos que viven de discursos vacíos, han mirado hacia otro lado. No hay titulares, no hay comunicados, no hay solidaridad.

Son una vergüenza.

La corrupción, el caudillismo y los egos personales se los han comido vivos. Hubieran preferido que en el informe apareciera otro nombre, uno de sus “líderes”, alguien que encaje en sus estructuras de poder. Pero apareció Roberto Pérez Fonseca, un hombre libre incluso tras los barrotes, sin partido, sin padrinos, sin jefes.

El sayo… al que le sirva

Ese es el precio de no pertenecer a ninguna organización, ni él ni yo. No vivimos del activismo, lo hacemos por dignidad. Hemos demostrado que con pocos recursos se puede hacer mucho más que con los millones que ellos malgastan en conferencias, congresos y autopromoción.

Rechazo con la misma fuerza a la dictadura cubana y a todos los que la encubren, como también rechazo a la lacra de organizaciones, prensa y opositores que han convertido el sufrimiento ajeno en negocio y protagonismo. Han creado castas de presos políticos, como si unos valieran más que otros. Se reparten el dolor como trofeos, mientras olvidan a quienes no les sirven para hacer ruido.

Muchos familiares de presos políticos piensan lo mismo. Cuando sus seres queridos salgan libres, no querrán saber nada de ustedes, porque en los momentos más duros jamás estuvieron.

No se preocupen, mi hermano me tiene a mí, y yo tengo a mi hermano.

Somos cojonudos, sin jefes, sin discursos prefabricados, pero con una verdad que no pueden soportar. Somos más patriotas que todos sus comités y sus logos juntos.

Esto va para todo el que se quiera poner la saya.

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