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Vanguardia: 63 años iluminando al Partido, no a la verdad

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Por Redacción Nacional

Santa Clara.- El acto por el aniversario 63 del periódico Vanguardia parecía más una misa partidista que una celebración periodística. Se habló de “verdad y justicia revolucionaria” como si la verdad fuera patrimonio exclusivo del Partido y la justicia un regalo que se reparte según la obediencia.

Roberto Morales Ojeda, con su tono de catequista político, recordó en un mensaje que el periódico “educa e inspira”, pero no mencionó que educa en una sola doctrina y que inspira a sobrevivir en la escasez, no a cuestionar las causas de esa escasez. Ese “baluarte” que él elogia es, en realidad, una fortaleza amurallada contra el disenso.

Susely Morfa, en su habitual papel de cheerleader ideológica, agradeció el “arduo trabajo” del equipo de Vanguardia en “condiciones complejas”. Lo que no dijo es que esas condiciones complejas no son obra del azar ni de un huracán persistente, sino del mismo sistema que ella defiende con disciplina marcial. Celebrar la resistencia de los periodistas bajo esas condiciones es como felicitar a un obrero por seguir trabajando mientras le mojan la pólvora: no es heroísmo, es sometimiento.

La directora del semanario, Marelys Concepción, habló de convertirse en “multimedio” y de un “modelo de gestión editorial” renovado. Palabras bonitas para disfrazar una realidad vieja: se seguirá escribiendo para complacer al Partido y no al lector. El periodismo “ágil y apegado a los intereses de los villaclareños” no será más que la misma agenda oficial envuelta en un formato más colorido. Es como pintar una celda con tonos pastel y decir que es un loft.

El silencio es la vanguardia

Los reconocimientos entregados durante el acto fueron otro capítulo del teatro político cubano. Diplomas, abrazos y fotos para reforzar la imagen de unidad, mientras afuera la realidad se parte en mil pedazos. En la calle, el papel de periódico sigue sirviendo más para envolver viandas que para informar. Esa “impronta invaluable” en la formación del pensamiento crítico que menciona Morales Ojeda es un chiste de mal gusto: pensamiento crítico, en la prensa oficial, es oxímoron.

Lo más preocupante de todo no es lo que se dijo, sino lo que no se dijo. Nadie mencionó la censura, la autocensura ni la imposibilidad de publicar algo que contradiga la narrativa del Estado. Nadie recordó que un periodista que se salga del libreto puede terminar sin trabajo, bajo vigilancia o en el exilio. La fiesta fue un espejo de la Cuba oficial: todos aplaudiendo, nadie preguntando, y el silencio como banda sonora.

Si el futuro de Vanguardia es seguir siendo “luz guiadora” para el Partido, entonces no será periodismo, será alumbrado público ideológico. Y ese tipo de luz no ilumina, encandila; no revela, oculta. Sesenta y tres años después, Vanguardia no es un periódico, es un altar. Y como todo altar en dictadura, sirve más para adorar al poder que para contar la verdad.

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