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Por Joel Fonte
La Habana.- El régimen le niega la iniciativa laboral, la posibilidad de desarrollar un proyecto en el que usted involucre sus capacidades y competencias.
Desde hace solo unos años, tras décadas de estatismo absoluto, el régimen decidió tolerar el ejercicio de un grupo de ‘actividades’ -trabajo por cuenta propia-. Esto no fue por respeto a los derechos laborales de los cubanos, sino porque se vio forzado a ello. Estas actividades están sujetas a múltiples obstáculos y frenos. Además, se concentran en áreas que no le impiden el control económico y político sobre la sociedad, que es su verdadero propósito, y no el desarrollo del país.
De este modo, por más de 66 años, cientos de miles de personas capaces en las más variadas áreas del conocimiento se han marchado de Cuba. Así, han puesto sus habilidades y conocimientos al servicio de otras naciones.
A causa de lo explicado antes, el estado sigue siendo el principal empleador en Cuba. Esto es porque la economía sigue en lo esencial controlada por un Estado corrupto, improductivo, incompetente. Son millones los cubanos que dependen de los pagos salariales o de asistencia social del Castrismo. Dichos pagos son de miseria, pues apenas garantizan una alimentación básica al trabajador por unos pocos días.
Es una realidad tan persistente como el mismo régimen, y con total cinismo los propios hermanos Castro y sus lacayos ahora han admitido esto. Sin embargo, en los últimos años, se ha sumado también la imposibilidad de cobrar esos salarios de miseria. Esto sucede porque en los bancos no hay efectivo.
Se advierte así, otra vez, que el régimen utiliza el hambre y las carencias como una forma de control social.
La agrupación de los trabajadores en organizaciones sindicales de libre conformación y elección ha sido un logro de los trabajadores en todo el orbe. A los trabajadores los diversos instrumentos jurídicos internacionales les reconocen como un derecho agruparse, organizarse y formular demandas a los patronos. También, si son empresas públicas, pueden formular demandas al estado. Además, tienen la posibilidad de ir a las calles y realizar huelgas demandando iguales reivindicaciones. Ningún empleador puede ejercer represalias contra los trabajadores que ejerciten estos derechos.
En Cuba, la sola mención de las palabras ‘sindicatos libres’, o ‘huelga’, supone la represión. Los promotores son amenazados con encarcelamiento, golpizas y actos de violencia.
Sería interminable enunciar aquí los cientos de derechos laborales que en Cuba jamás se han mencionado siquiera a un trabajador.
Todo se resume, sin embargo, a una idea: el trabajo no constituye en Cuba el fundamento para concebir y desarrollar un proyecto de vida personal y familiar.
El trabajo en Cuba, eso sí, es una herramienta del régimen castrista. Por tanto, permite organizar la represión y estructurarla con más precisión. También alimenta la inacción y el inmovilismo en un pueblo que tras tan prolongada quietud, necesita despertar y redescubrir como nación el enorme poder que tiene.